Por José Larrea
La nueva oferta de los iluminados congresista debe llamarnos la atención, generar un punto de vigilancia permanente. La demanda por una nueva constitución es la mayor aspiración que los movimientos sociales han hecho sentir este último tiempo, se ha expresado en las calles y las redes sociales, corresponde a una demanda legítima fruto de la profunda desigualdad existente en la sociedad.
La actual Constitución es ilegítima y espuria, surge de la necesidad que tiene la dictadura para proyectar el dominio de los poderosos del país y las empresas extranjeras que hacen su picnic en Chile, llevándose a manos llenas nuestros recursos naturales.
Esta constitución tiene la particular característica que garantiza el desarrollo de un modelo económico basado en la economía de libre mercado y la competencia como eje fundamental de la vida en la sociedad, evitando por todos los medios el rol regulador y fiscalizador del estado que históricamente existe en un estado republicano.
Es la Asamblea Constituyente el mecanismo que asegura representatividad democrática y no un congreso representativo de poderes fácticos que solo se ha preocupado de maquillar la actual carta constitucional, con el objeto de mantener la situación de desigualdad y miseria para la gran mayoría de la población.
La Asamblea Constituyente es la que debe recoger el sentir de la mayoría ciudadana, legítimamente elegida y que en justas aspiraciones debe expresar su anhelo de justicia y libertad.
Es tarea de la ciudadanía integrar el descontento que provocan las actuales condiciones de vida con trabajo precarizado y mal remunerado, endeudamiento endémico que tiene agobiada a las personas y que genera situación de incertidumbre, inseguridad respecto al futuro, considerando que los fondos de pensiones para quienes lo poseen, cada vez se ven más exiguos gracias a la volatibilidad especulativa del mercado.
La forma demagógica e impopular que tienen estos congresistas para buscar una salida airosa y que les permita seguir usufructuando de los beneficios del poder, es lo que debe llevarnos a desconfiar de sus propósitos. No han hecho otra cosa que engañar y postergar a la población, mantienen y aumentan escandalosamente sus cuotas de poder, han pactado nuestra riqueza fundamental como es el cobre, desnacionalizándola y hoy contamos solo con el 28% de su propiedad; el agua, la electricidad, las rutas camineras, las cuotas de pesca, los medios de comunicación, son el gran negocio con el que se han enriquecido ante la impavidez de la ciudadanía.
Es este movimiento estudiantil el que ha hecho conciencia y ha proyectado la necesidad sobre un nuevo orden constitucional, que reemplace el actual nivel de precariedad en que se encuentra este país. No permitamos que los mismos ladrones que ayer ofrecieron representar al pueblo, sean los artífices de un nuevo engaño.
Nueva Constitución mediante Asamblea Constituyente. La soberanía popular es un derecho que no se transa en el mercado.
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