Por Francisco Salinas
La talla corta, el chiste fácil, la risa inmediata. Pareciera que tal como definimos nuestro humor estamos determinando todas nuestras opiniones y maneras de pensar. De los reyes de la broma al instante – que para reírse es tremendamente bueno – nos estamos transformando en los emperadores de las opiniones sin argumentos y de los slogans sin contenido – lo que es tremendamente malo para uno mismo y para la sociedad-.
Los que dejamos la universidad hace poco podemos dar fe que el interés de los estudiantes es sólo pasar los ramos. Son muy pocos los ávidos de conocimiento que preguntan por el material complementario entregado por el profesor, y muchos menos los interesados en los temas luego de rendir la prueba o examen; los conscientes de que sin preparación profesional es imposible trabajar por una mejor sociedad. ¿Culpa de los estudiantes o del sistema educativo? Al parecer eso da para otra columna, pero la ley que se impone es la del “mínimo esfuerzo” o la de “pasar los ramos”.
Esto que se ve en todas las universidades, institutos técnicos, colegios, liceos, internados es lo que – obvio – se está dando en el debate público nacional. Nadie quiere leer más, todos desean que les den razones sin argumentos, dos frases para defender una determinada postura, y ojalá ninguna para rebatirla, para “estar tranquilo conmigo mismo”. ¿Qué es eso? ¿Qué ciudadanos estamos formando? ¿En qué padres de familia nos estamos transformando? ¿Esto queremos para nuestra vida? ¿Pasar “el ramo” del debate público? ¿Queremos aplicar la ley del mínimo esfuerzo para educar a nuestros hijos? El tema es grave y profundo, pero “pasa piola”.
Al parecer los que han tenido mayores oportunidades de formarse y educarse debieran llevar la batuta en esto. Poder adentrarse en los temas, poder dar argumentos consistentes y no basados en “mi amigo me contó que”. Es tan bajo el nivel de debate en Chile, que cualquiera que lea 2 artículos o 1 paper puede dar cátedra del tema, pero al parecer los que han tenido más oportunidades para la educación no lo están haciendo. Tenemos que dejar de premiar la improvisación, la obtención de metas sin trabajo previo, y valorar los estudios serios, de fondo y con premisas que justifiquen las conclusiones que se afirman.
La crisis del debate público y de la política que vivimos hoy en Chile pareciera ser fruto de esta lógica del mínimo esfuerzo. Muy pocos creen que entienden las cosas, por eso las explican y la gran mayoría repite –tergiversa- y repite. Y así vamos formando nuestra cultura, nuestra masa crítica y nuestra línea de pensamiento. Esto no se trata de llenar de tecnisismos, ni de Doctores de Harvard y citas en inglés la discusión, sino que todo lo contrario. Se trata de poder explicar y entender las cosas más fundamentales del hombre, como el amor, la libertad y su razón de existir de una manera acabada pero simple a la vez.
¿Por qué pasa todo esto? Creo honestamente que lo que nos está faltando es simplemente sentido común, pero en serio. Y eso implica cuotas mínimas de fortaleza. Poder tener argumentos para poder defender nuestros pensamientos, poder tener las agallas para defender en lo que creo y no callarse porque tal vez me van a mirar feo. Ser lo bastante valiente, para ser buen ciudadano, buen papá, y en salir del individualismo y poner mis conocimientos y capacidades al servicio de los demás, simplemente compartiendo el porqué vivo, cómo vivo o pienso lo que pienso. En el Chile de hoy, eso, ya lo hacen cada vez menos.
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