Por Álvaro Castañón.
¡Todo listo! Tu partido político ha entregado su visto bueno a tu candidatura. Lo ha hecho luego de un tenso proceso, el cual dio como resultado un “sí” tan adolorido como si lo hubieran descontado de sus sueldos.
Ya eres oficialmente un candidato, y lo primero que pasa por tu mente es que tienes que comenzar a cautivar a los votantes, generar redes y lograr que más de un “aperrado” se ponga la polera de tu campaña. Estás ansioso, tienes las ganas y el ímpetu, pero debes partir por lo más fácil, aquello que es gratuito, cool y está de moda.
Diez minutos después de que la ampolleta se prendiera sobre tu cabeza, ya está: ¡tienes Twitter, Facebook y un canal de Youtube! Ahora sólo te tienes que preocupar de entregar tu mensaje, y convencer a todos de que eres su líder, un servidor público que viene al rescate de la política añeja.
Luego comienza la campaña, te das cuenta que la cosa es un cacho, no tienes tiempo para responder preguntas tontas, poner me gusta, subir imágenes, videos y hacer RT. Pero descubres justo a tiempo una excelente app que te permite controlar todo desde tu Smartphone, y la vida cambia, ahora nadie será privado de tus “interesantes” reflexiones.
Lo que no sabias, por obvio que parezca, es que las redes sociales son justamente una “red”, donde todos –o la gran mayoría- llegan con ánimo de interactuar. Es así como para nuestra clase política es una mera plataforma “chora” donde por moda temporal se debe estar. Después de todo, así se hace en las campañas de Estados Unidos, y por cierto, es una buena vitrina y gratis.
El exhibicionismo, es una de las peores depravaciones que pueden atentar contra el concepto de redes sociales. Son los “iluminados” a los cuales sigues por su importancia en el “mundo material”, pero que se limitan a entregar sus reflexiones, sin que sean capaces de responder a los ilusos que creen que acá si podrán tener una conversación de tú a tú con la autoridad.
Una referencia más concreta la podemos extraer del listado elaborado por el diario La Segunda de los “Top 140 Twitteros Chilenos”, donde de esos 140 twitteros menos de 10 son políticos.
En los primeros puestos del ranking publicado podemos encontrar al Presidente Piñera, un clásico ejemplo que sigue a menos del 5% de quienes lo siguen y todo un cyber-exhibicionista. El Presidente no responde ni hace retweet de nada ni de nadie, sólo importa lo que él hace.
En un rango intermedio del listado, tenemos a Laurence Golborne, Marco Enríquez-Ominami y Claudio Orrego. Este último es el más exhibicionista, con poca gente en su time line, muchos seguidores y poca conversación, pero su agenda se actualiza eficazmente.
El ministro Golborne en cambio interactúa más con los twitteros, pero su participación se limita a la autopromoción y a responder a quienes lo mencionan, ya que siguiendo sólo a 124 personas no queda mucho espacio para saber lo que pasa en la “twittosfera”.
El Twitter de ME-O dice que es “atendido por su propio dueño”, y se nota, pues él se da el tiempo para responder, tener un time line de un poco más de 50.000 personas, hacer retweet y ser un exhibicionista no agotador.
Quizás los más rescatables de la lista del diario La Segunda son políticos “old school”, como Tomás Jocelyn-Holt y Jorge Schaulsohn. Este último, si bien es bueno para la conversación y no se exhibe con locura, tiene un gran problema; de sus 33.232 seguidores no sigue ni al 1%. De ahí que de su cuenta salgan pocos RT, y probablemente su pauta tiene cero relación con las redes sociales, limitándose a responder menciones y a comentar el diario.
De Jocelyn-Holt no podemos decir nada malo; no es un autorreferente, twittea en formato AM y PM, su time line es reciproca con quienes lo siguen, y en términos de conversación es muy nutrido. Claramente sus problemas no están en Twitter, esos se encuentren más bien en la política.
Pero más allá de listados, políticos twitteros exhibicionistas hay por montones; unos que sólo promocionan sus pensamientos, otros que promocionan su agenda, y los que con suerte se acuerdan de escribir una vez al día.
En Facebook la cosa no es mejor, basta por ejemplo, ver el perfil de Ignacio Walker o de Cristián Monckeberg, exhibicionistas totales que se limitan a poner información o replicar la de Twitter, sin conversación o interacción alguna.
Tener a un político en las redes sociales se ha transformado en lo mismo que hablar con un diario mural, el cual tiene información que puede ser interesante o no, pero donde no existe una respuesta, el clásico feedback.
Hoy las redes sociales han replicado el modelo social que tenemos fuera de internet, donde la clase política es lejana, exhibicionista y sorda, mientras los ciudadanos nos limitamos a hablar entre nosotros. No se dan cuenta que tenemos en nuestras manos una tremenda herramienta de dialogo y comunicación,donde todos en cierta medida nos mostramos, pero eso puede no ser un acto pervertido si equilibramos los contenidos y la interacción.
No podemos obligar a nuestras autoridades a responder un post o tweet, pero es claro que sería mucho mejor y honesto, que cuando se registraran no lo hicieran con la intención depravada de estar en vitrina.
Por el contrario, el animo fuera de dialogar con quienes se encuentran distantes de las esferas de poder, pero están interesados en hacer algo, entregar una opinión, o emplazar a una autoridad por algo que no le guste, que no es ser troll, es buscar legítimamente una respuesta de su autoridad.
Fuente: El Dínamo.
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