Por Diego Bustos.
En mis tiempos de estudiante, en alguno de los varios textos que pasaron por mis manos, me tocó leer una idea que sin duda alguna ha hecho eco en mi mente hasta el día de hoy. Si mal no recuerdo, la frase decía algo así: “la democracia es la autoridad de la mayoría por sobre las minorías”. Desde entonces, no he podido sino cuestionarme frecuentemente la validez y el peso real del concepto “democracia” en esta, nuestra sociedad.
Bien es cierto que dicho término significa “poder del pueblo” (demos kratos). En esencia, ese breve concepto dice mucho y ha logrado dar cimientos a innumerables hechos históricos. No obstante ello, recordemos que la muestra más pura de la que se tenga registro sobre lo que ha sido la práctica democrática fue la antigua Atenas y, es teniendo claro ello, que surgen poco a poco distintas inconformidades sobre nuestra actualidad política y social.
Vamos viendo. En primer lugar, la democracia pura y recta de los tiempos clásicos se dio en un pueblo muy distinto a cualquier grupo social presente en este tiempo. Eran personas cultas, preocupadas por lo que pasaba a sus alrededores y tremendamente llenos de ambiciones. Los atenienses eran ricos en cultura y tradiciones, primaban el conocimiento y la razón por sobre el ocio y lo militar. En cada decisión que hubiere de tomarse, cada miembro de aquel grupo de habitantes tenía la libertad de opinar por medio de voto secreto sobre las alternativas dadas en pro del bienestar del pueblo entero.
Aquel grupo de personas fueron los pioneros de ésta idea que tanto peso le damos en la actualidad. Gente estudiosa y preocupada del perfeccionamiento constante de la razón (me gustaría ver un solo chileno al azar memorizando “La Iliada”… tal como lo hicieron los atenienses).
Me parece irrisorio, entonces, ver tanto político jactándose de la “democracia chilena” y más lastima me da cuando dicen que la imagen de nuestro país de ha posicionado por ello mismo. Llega incluso a provocar risa cuando sale al aire la frase “tradición democrática”. ¡Por favor! ¿de qué tradición democrática estamos hablando?.
En una clase de Historia de Chile un gran profesor desglosó la idea y nos explicó (al curso) el porqué simplemente no podemos nunca hablar de la tradición democrática. Y fue él quien compartió una idea basada en numeración de hitos que no puedo sino compartir:
Esos son solo algunos de los ejemplos de las tantas interrupciones que ha tenido nuestra endiosada democracia. Y todo eso en solo 200 años, lo cual por cierto es un muy breve período de tiempo para hablar de que el nuestro es un país recto e inmaculadamente democrático.
Es cierto, tenemos un sistema de elección que nos permite elegir concejales, alcaldes, parlamentarios e incluso el Presidente de la República por medio de sufragio universal. Sin embargo ello no me parece suficiente para considerar a mi país como una nación democrática. Cada día es más frecuente la frase “no voto porque no me interesa la política”, sobre todo en jóvenes, quienes por cierto aparentemente no han logrado darse cuenta que absolutamente todo lo que tienen y lo que los rodea a llegado a ellos gracias a una intervención política.
Por otro lado, y aunque a muchos les pese, no podemos desconocer que el grueso de la masa electoral peca de ignorancia ante asuntos claves antes de sufragar. No saben lo que es el modelo directo o indirecto, no saben realmente cuales son las labores de concejales o alcaldes, y no saben, siquiera, la diferencia entre un senador y un diputado. ¿En qué se traduce eso? En el constante triunfo del carismático por sobre el capaz. Y es así, señores, como le damos constante impulso a la rueda del círculo vicioso en el cual estamos inmersos. ¿Cómo podríamos solucionar éste problema?… realmente no lo he pensado con detención, pero si tengo claro que el dictar educación cívica obligatoria sería sin lugar a dudas un muy gran paso al respecto.
No pongamos la democracia en un pedestal. No, al menos, mientras basemos nuestra democracia en la capacidad de sufragio popular. La democracia es mucho más que eso.
Sólo tenemos 200 años, estamos en pañales. Aún es tiempo de empezar a hacer las cosas bien. Pero como diríamos en buen chileno… bajémonos de la nube. No, no somos un país de tradición democrática.
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