Por Diego Bustos
La historia ha demostrado que en toda nación la política y la economía son factores que van firmemente de la mano. Así mismo, hemos podido, incluso, ver algunos casos en los cuales el peso de lo económico ha llegado a postergar temporalmente toda ideología o lineamiento proveniente de la política.
Para que sea más entendible la idea que expresaré a continuación, es preciso tener al menos una breve explicación del concepto “Capitalismo”.
De forma más bien generalizada, me atrevo a definir a un sistema capitalista como un modelo económico y político basado, antes que todo, en el libre mercado. En éste, a diferencia del modelo socialista o el abstracto “social de mercado” prima la producción y la propiedad privada. Ello se traduce a en la existencia de un Estado que, en lo que respecta a materia económica, solo cumple el rol de espectador y, en la medida que fuere necesario, de fiscalizador (de tal forma que debe ser garantizada la libre competencia con todo los beneficios que ello puede otorgar a una sociedad).
En materia social, este sistema tiene, en esencia, los mismos fines del resto de los regímenes políticos. Por sobre todo, debe ser garantizado el bienestar social (o “Bien Común), se debe velar por la seguridad e integridad de los ciudadanos dentro de las fronteras y en relación al resto de las naciones. Del mismo modo, se deben resguardar las libertades civiles, como también hacer respetar los derechos de las personas y el cumplimiento de los deberes de las mismas.
El Capitalismo es un modelo que tomó fuerzas luego de la Segunda Guerra Mundial y que tuvo como gestor por antonomasia a Estados Unidos. Por medio de la ayuda brindada por dicha nación a gran parte de los devastados países del viejo continente, el modelo en cuestión comenzó a posicionarse en forma rápida y solida.
Durante toda la llamada Guerra Fría, existió la lucha constante entre el socialismo guidado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el capitalismo timoneado por la potencia norteamericana. Resultado de ello, y para pesar de muchos, el “triunfo” del capitalismo fue cuestión de tiempo y se materializó con la caída del Muro de Berlín en 1989.
Durante toda la década de los 90, vivimos un suceso llamado globalización. En él, las redes internacionales aumentaron notablemente en número y grados de influencia. Así también, el desarrollo del comercio internacional llegó a niveles impresionantes con lo cual el abaratamiento de productos y servicios fue evidente en varias naciones, entre las cuales Chile no estuvo ajeno.
Es gracias aquella tan cuestionada globalización que los avances tecnológicos comenzaron a estar al alcance de gran parte de la población mundial. Incluso, no me cabe duda que gracias a ello yo puedo dar a conocer mi opinión y ustedes pueden leerla. Es la magia del internet… uno de los tantos derivados directos de la idea que les menciono.
Guste o no, la diversificación de marcas en productos, la variedad de servicios y el constante perfeccionamiento tecnológico son derivados del posicionamiento mundial del capitalismo.
Hoy sólo existen dos naciones que se alejan por completo al modelo mencionado: Corea del Norte y Cuba. Ambas naciones que han optado por el socialismo como modelo económico y social pese a las drásticas consecuencias que son evidentes.
Luego, hay otros dos casos que siempre me han llamado la atención: Venezuela y China. El primero, es se rige bajo un modelo dogmático y de cuestionable peso teórico que muy probablemente no dure más tiempo del que pueda durar Hugo Chávez en el poder. China, en tanto, lo considero un “hibrido” por cuanto ha logrado mantener un sistema político de izquierda con un modelo económico completamente abierto y basado en el capitalismo desde hace ya cerca de diez años.
La economía capitalista, ha demostrado que es necesaria para el progreso de las naciones. En Chile, aquel modelo fue instaurado en el Gobierno de Augusto Pinochet y se ha mantenido, en esencia, hasta nuestros días. Siendo objetivos, nadie puede obviar el incremento de la industria privada y el progreso macroeconómico basado en comercio exterior incluso en los Gobiernos de Lagos y Bachelet. Incluso he escuchado por ahí la frase “el período de Lagos fue el mejor Gobierno de derecha”.
Seamos honestos señores. Chile es riquísimo en recursos naturales, es un absurdo pensar en el progreso de nuestra nación si no es por un modelo económico abierto y basado en el libre mercado.
El desarrollo de la economía interna en manos de privados es algo necesario para el progreso de nuestro país y de muchos otros. Incluso la educación y la salud son consideradas servicios y, mientras exista gente dispuesta a pagar por ellos, tendremos gente lucrando con ello. Lo cual no quita que deba existir, además, tanto salud como educación pública, gratuita y de calidad, por cuanto ello garantiza el cumplimiento de derechos esenciales de las personas y, por consecuente, aporta a la obtención del bien común.
Ahora bien, veamos el caso del chileno actual. Más que nada en una muestra del grupo joven de nuestra nación, en quienes pensé al momento de darle titulo a esta columna.
Muchas son las personas que hablan en contra del capitalismo, que se definen como opositores al “sistema”, eso está bien, es su legítimo derecho el expresarse. El punto donde aparece una rara inconsecuencia es cuándo vemos que para dar a conocer aquella opinión, recurren a twitter o facebook, al cual acceden a través de sus smart phones o computadores.
Hoy en día, tanto twitter como facebook son considerados íconos del capitalismo y la globalización.
Así también, existe el “comunista acomodado” o, el “socialista burgués”, términos no oficiales que usamos para referirnos a las personas que se dicen socialistas o comunistas pero viven en un barrio exclusivo, con un auto lujoso y ropa de marca, que suelen ser los mismos que protestan desde el computador. Es una postura válida y respetable, pero para quienes conocemos las raíces teóricas de ambas tendencias liberales, es legítimo que nos parezca a lo menos irrisorio.
Estimados, incluso una polera con el rostro de Ernesto “Che” Guevara, fue vendida por un privado, y comprada por otro privado. Lo cual generó impuestos que fueron al Estado para garantizar el bienestar social. Ello es un claro ejemplo del capitalismo en lo microeconómico. Y, si rescatamos que el algodón para aquella polera, probablemente vino de Brasil, y fue vendido a un precio fijado por los lineamientos de comercio exterior, tendremos entonces un ejemplo del capitalismo macroeconómico.
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