Elección de CORES y Primarias Vinculantes: La carreta delante de los bueyes
Hace algunas semanas atrás, en una entrevista realizada en el programa Tolerancia Cero, el Presidente Sebastián Piñera anunció que se enviaría al Congreso un proyecto de ley de primarias voluntarias y vinculantes financiadas por el Servicio Electoral, junto con otro proyecto sobre elección directa de Consejeros Regionales (CORES) que iría en el marco de una reforma a la administración regional.
El tema de las primarias cobró una especial relevancia en la pasada elección presidencial cuando la Concertación realizó un pésimo proceso cargado de subterfugios para proclamar a Eduardo Frei como su candidato presidencial, que de paso potenció la candidatura de Marco Enríquez-Ominami. Desde entonces se ha discutido la idea de hacer que las candidaturas a cargos de elección popular sean ratificadas mediante procesos de primarias en vez de instancias cerradas de decisión.
Por su parte, el tema de la elección de CORES ha estado siempre en el tapete, aunque todas las iniciativas al respecto han estado durmiendo el sueño de los justos en el Parlamento durante varios años, tal como gran parte de las iniciativas de ley relacionadas con descentralización. Si se ven estas iniciativas desde un plano general, éstas constituyen un avance al cambiar parte de las prácticas que definen el quehacer político en nuestro país, y por hacer recaer parte de los procesos de decisión en los votantes. Sin embargo, al entrar a analizar con mayor profundidad, es posible afirmar que estos proyectos son en sí incompletos o insuficientes.
¿Por qué? Partamos primero por el proyecto de elección de CORES. Si vemos la forma en que hoy se les elige, que pasa por la votación de todos los concejales electos de la región, constituyendo de esta forma un sistema de elección indirecta, obviamente es positivo que dichas autoridades sean electas directamente por los propios votantes. El problema radica principalmente en las pocas o nulas atribuciones y potestades que la ley les otorga a los gobiernos regionales, que están atados de mano en materia fiscal y tienen que aceptar que las decisiones de inversión regional vengan en gran medida ya definidas desde Santiago. En pocas palabras, el asfixiante centralismo chileno termina por estrangular una iniciativa descentralizadora relevante como ésta antes de nacer. Elegir directamente a los CORES con el statu quo actual serviría solamente para elegir autoridades con poco margen de acción, lo que de momento podría volverse poco efectivo.
En el caso de la ley de primarias, el asunto se vuelve más complejo. Es cierto que se vuelve necesario, en aras de la representatividad política, que las candidaturas se ratifiquen en procesos de primarias abiertas y vinculantes. No obstante, si el objetivo de esta iniciativa es, por un lado evitar que el fiasco de la primaria concertacionista del 2009 se repita, y por otro hacer que un sector que siempre ha decidido sus candidaturas entre cuatro paredes haga primarias de una buena vez, entonces se hace necesario que las primarias además de ser abiertas y vinculantes sean obligatorias manteniendo la autonomía partidaria, ya que en este caso la voluntariedad genera espacios para que las cúpulas partidarias recurran a subterfugios y vacíos para realizar procesos viciados de proclamación y/o ratificación de candidaturas.
Por otro lado, respecto al tema de las primarias, la gran camisa de fuerza que neutraliza un posible efecto positivo de esta iniciativa es el sistema binominal y las falencias de los partidos políticos, magnificadas por una legislación que a todas luces se ve obsoleta. En ocasiones, los sistemas electorales y el marco institucional definen la conducta de los partidos políticos que compiten en un sistema político. Sus características y normas inciden al momento de definir candidaturas, establecer estrategias de campaña e incluso en la posibilidad de prever resultados. Aspectos como la trampa de los doblajes en el binominal, la distribución de los distritos electorales, la falta de transparencia y controles externos de los partidos, la dificultad para presentar candidaturas independientes y la cuestión del financiamiento de partidos y campañas hacen que, mientras no se aborden estos problemas y se establezcan soluciones, el impacto de hacer primarias vinculantes sea muy bajo en virtud de lo que se busca lograr con esta iniciativa.
Las reformas políticas, desde que se volvió a la democracia en 1990 se han caracterizado por dos cosas: Por realizarse de forma inorgánica, y por realizarse para mantener intactos los aspectos más relevantes, que hoy son abiertamente cuestionados. Dado el escenario actual, donde la representatividad de los partidos y la clase política va cayendo en picada, realizar reformas que mejoren la institucionalidad político-partidaria se vuelve de suma importancia si se quiere evitar un desenlace caótico para el sistema político chileno. Tomando lo anterior, las iniciativas anunciadas por el Presidente Piñera son bienvenidas al abrir un debate necesario en dos frentes: Representatividad y Descentralización; sin embargo es importante, e incluso crítico, que estas reformas políticas se diseñen y se discutan de forma sistémica, que al abordar un tópico se vea de inmediato el efecto que tendrá en otros puntos para elaborar respuestas más integrales a los problemas que enfrenta el sistema político.
En conclusión, es posible afirmar que estos proyectos son muy importantes al abrir ventanas que permiten discutir a fondo en el contexto actual aspectos clave de nuestra institucionalidad, pero el éxito o fracaso de estas reformas no pasará por la votación que puedan obtener en el Parlamento, sino que más bien por la factibilidad de que el debate sobre reformas políticas se aborde de forma más integral y se haga una agenda macro de cambios institucionales que permitan dejar atrás la gatopardiana historia de las reformas políticas de la transición. O sea, ahora es cuando para debatir cambios, pero que se discutan de verdad y a fondo, o de lo contrario no se logrará nada.