Por Víctor Jaque.
Carlos Larraín e Ignacio Walker (uno, presidente de RN y el otro, timonel de la DC) “movieron” todo el tablero político con una jugada que muchos califican de audaz, ya que responde con celeridad el llamado del presidente Sebastián Piñera a “ponerse de acuerdo” en un proyecto que permita realizar modificaciones de fondo al sistema político nacional, tocando un punto sensible para el ala más derechista de la derecha criolla, o mejor dicho, el leiv motiv de la UDI en su conjunto: el sistema binominal.
Para otros, es simplemente una afrenta pensada por los personeros del partido de la estrella contra sus históricos socios “populares” que busca lograr un doble efecto comunicacional: quedar como un partido capaz de dialogar con cualquiera y tolerante con ideas foráneas a su sector. La UDI, precisamente, es todo lo contrario a esos preceptos.
Lo cierto es que Larraín y Walker estaban viviendo hasta hace unos días situaciones muy complejas dentro de sus respectivas colectividades, casi a la altura de ser relegados a un carácter “instrumental”, como lo fue para la derecha en las elecciones pasadas ChilePrimero o como siempre lo es el PPD en la Concertación.
RN, más allá de tener un proceso de disidencia fuerte, con un ala liberal que cuestiona – y cuestionó – abiertamente el liderazgo y estilo conservador del senador Larraín, tiene el gran problema de vivir a la sombra de la UDI, el autodenominado “partido popular”[1]. El presidente fue militante de la tienda de Antonio Varas (por estatutos tuvo que renunciar antes de usar el sillón de O’higgins), pero el gremialisto poco a poco instala temas, modifica la agenda o traba cualquier iniciativa contraria a sus intereses, incluso en contra de la voluntad del partido de Piñera.
La Democracia Cristiana no lo pasa mejor bajo el arcoiris de la Concertación. De ser el partido del primer presidente post-dictadura, su última experiencia electoral en el ámbito presidencial dejó muchos heridos. Walker tomó un partido debilitado meses después de la derrota de Eduardo Frei[2] y poco a poco debió recomponen confianzas, tratando de retomar un sitial que los socialistas saben llevar y canalizar, el de representar en su bandera de lucha las demandas sociales.
Cuando se aproximaba un clásico entre Colo Colo y Universidad de Chile, Rodrigo Meléndez y Diego Rivarola (el primero blanco y el segundo azul) buscaban alguna manera de ser amonestados con tarjeta amarilla. Esto, los hacía quedar suspendidos por una fecha, pero era el costo asumido para no perderse el derby del fútbol chileno, estando ambos en cancha desde el pitazo inicial.
Larraín y Walker estaban en la cornisa y maniobrando con muy poco margen en sus respectivas colectividades. Son y serán criticados por mucho tiempo por este acuerdo marco (aunque no prospere), pero ya quedaron a la vanguardia, aplacando los deseos de cambio de sus corrientes internas y asegurando su presencia desde el primer minuto para el clásico que ambos jugarán, aunque en veredas opuestas (aún): hay elecciones municipales y a la vuelta de la esquina está la votación que buscará al sucesor de Sebastián Piñera.
El que se arme un nuevo pacto político es muy poco probable, aunque RN y la DC sí tienen muchos tópicos en común. Primero, tienen que ordenar la casa antes de invitar a los vecinos a pasar.
[1] http://www.udi.cl/website/seccion.php?S=7
[2] http://www.cooperativa.cl/ignacio-walker-asumio-como-timonel-de-la-dc/prontus_nots/2010-09-05/125048.html
Por Víctor Jaque.
Hace unos años, Iván Moreira – frente a periodistas y cámaras de TV – trataba a Jorge Schaulsohn de “maricón” en los pasillos del Congreso y le regalaba un certero golpe en el rostro. Mientras Augusto Pinochet estuvo detenido en Londres, el hemiciclo fue caldo de cultivo para conatos y agresiones verbales diarias. En mayo de 2010, el diputado PS Fidel Espinoza supuestamente le dijo “momia conchetumadre” a su colega UDI María José Hoffman, y en noviembre del mismo año, el diputado PPD Jaime Hales, en plena comisión le dijo a su colega UDI Jorge Ulloa que era un “chupa fusiles”.
La política es una actividad violenta que suele dejar heridos o muertos (mediáticamente hablando, sino pregunte por Arturo Frei Bolívar o el mismo Fra Fra, por ejemplo) en el camino. Algunos pagan el costo de caminar por veredas ideológicas opuestas, mientras que otros simplemente tienen que ser sacados en pos de un “bien mayor”, que generalmente no es otra cosa que mantener todo tal cual como está, aunque eso beneficie a unos pocos.
El conflicto educacional, el descontento social con la forma en que funcionan los bancos, retail, supermercados, transporte, farmacias y la sensación generalizada de que nos están cagando obliga a los políticos a moverse en aguas que no les son conocidas y que, en rigor, esquivan de manera constante. Sin duda, ahora no tienen la manija de la situación y sólo reaccionan para esquivar el golpe que la ciudadanía les da, o en el peor de los casos, tratar que duela lo menos posible.
Los alcaldes Pedro Sabat, junto a Cristián Labbé y Francisco de la Maza, han dado muestras de que la clase política en general dejó hace rato la corbata para ponerse pintura de guerra y andar con el cuchillo entre los dientes. Otrora candidatos seguros (y bastiones de la derecha en Santiago) que corrían solos, ahora tienen una oposición decidida a “botarlos” del poder. Sin duda, evidencian un síndrome que también afecta a muchos en la Concertación: no pueden pretender que los cargos que la población les confirió sean eternos y no se les pueda cuestionar o – peor aún – sacarlos si lo hacen mal.
Todo el espectro político se liberó de sus caretas y en esta pasada la UDI es la que más pierde: demasiados cruces entre religión, poder, dinero y política los deja con un rango de acción muy limitado. Si van contra los empresarios, van contra ellos mismos. Si van contra el lucro en la educación, van contra ellos mismos. Si van contra el sistema binominal, van contra ellos mismos. El partido comunista tampoco lo hace nada de mal: no sacan nada con alimentar movimientos sociales si a la cabeza de su colectividad se mantienen los mismos que pactan con la Concertación y son rechazados por parte de sus propias bases.
La Concerta es un caso muy diferente. Van dos años de gobierno y aún no se empapan del rol de oposición, rango que por lo demás el pueblo les otorgó por medio de los votos. Mientras la gente marchaba en las calles, ellos discutían si cambiarle o no el nombre al conglomerado. Mientras la gente aguantaba chorros de agua, ellos entre cuatro paredes definían listas para las elecciones venideras.
Pedro Sabat dice que es hijo de taxista, que lucha por la educación pública y que se ha esforzado por hacer colegios municipales de excelencia. Lo que Sabat (y el resto menos) entiende es que si las calles están limpias y los funcionarios públicos están correctamente uniformados no es porque su inspiración se los dicta, sino que es lo mínimo que sus electores esperan de ellos.
¿Se acuerdan del ex alcalde de Iquique Jorge Soria, el choro Soria?
Por Cristian E. Ibarra González
En este último tiempo, hemos presenciado como nuestra clase política se ha enfrentado en diversas oportunidades sobre los temas que se han tomado la agenda nacional. Espectáculos como Parlamentarios de la Oposición tratando en duros términos al Presidente Piñera y al Gobierno, han sido la tónica en estos meses marcados principalmente por el movimiento estudiantil.
La Oposición estuvo 20 años en el Gobierno y no fue capaz de dar una solución concreta a la salud, educación y transporte, temas por los cuales hoy se protesta. Hay que reconocer que cuando fueron Gobierno se avanzó en “cantidad” en el tema educacional (Construcción de Colegios de Enseñanza Básica y Media, Construcción de Salas Cunas) pero la cantidad no se vio reflejada en una mayor calidad de la Educación en Chile, y ni hablar del Lucro en el sistema educacional del país, donde crecieron los colegios particulares subvencionados y las Universidades Privadas, Institutos Profesionales y Centros de Formación Técnica.
Sorprende en muchos casos diputados y senadores de la Concertación solicitando soluciones reales y rápidas para el tema educacional, cuando durante 20 años no hicieron nada por solucionar este conflicto, y cuando les tocó enfrentar el Conflicto Educacional del 2006 (Pingüinos) terminaron engañando a los estudiantes del país.
En estos momentos es cuando la gente se pregunta, dónde queda la consecuencia de los dirigentes de la oposición quieren que los problemas originados durante sus gobiernos no fueron solucionados y ahora el gobierno tiene que presentar soluciones, parece que no cuenta con el apoyo de ellos y dar una solución a los miles de estudiantes.
Y uno de los principales motivos por los cuales la gente no participa en política es que piensan que la política es cochina. Es cierto, muchos con sus actitudes dan a entender que sus acciones no son muy limpias, u ocupan los recursos de todos los chilenos para sus intereses particulares.
Debemos preocuparnos que nuestros parlamentarios hagan su pega legislativa y contribuyan al normal funcionamiento de nuestro país y no se desprestigien ellos mismos con sus actitudes como por ejemplo; mandar cartas con membrete de la Cámara de Diputados, o el famoso intervencionismo electoral que fue utilizado cuando la Concertación fue gobierno, el cual beneficiaba a los candidatos de la coalición gobernante en esos tiempos frente a los candidatos de la centroderecha o llamada oposición de este tiempo.
Consecuencia y ser limpio en política son dos cosas que van de la mano, muchas veces la corrupción y el mal uso por parte de algunos para su beneficio personal, muchos de los que ahora son parlamentarios y fueron parte de esos gobiernos, no tomaron acciones para detener la corrupción y el despilfarro de recursos de todos los chilenos.
Hay que generar las condiciones para que nuestros políticos actúen en consecuencia con sus dichos y actos con el paso del tiempo y puedan ser transparentes en el ejercicio de su labor legislativa.
Hablando con una amiga, me di cuenta de lo desconcertados que estamos los concertacionistas. Mis sentimientos hacia el sistema político-económico eran tranquilos y de protección hasta marzo de 2010; hoy no lo son. ¿Oportunismo político? ¿Intento de destrucción de un gobierno por el que no voté? ¿Estoy picado?. Siendo súper objetivo, Piñera –más allá de las estupideces valóricas de la UDI y de sus conflictos de interés- no ha hecho nada muy distinto de lo que hicimos por 20 años. ¿Porqué ahora es distinto? ¿Porqué ahora me irrita?
Cuando la Concertación ganó la elección presidencial de 1989, la propuesta era de cambios. No nos gustó el sistema político-económico que se impuso a la fuerza por la dictadura. El sistema político generaba una democracia protegida o limitada, donde los militares tenían un poder inadmisible para un país libre. El sistema económico establecía la “iniciativa privada” sin contrapesos, donde la ley de la oferta y la demanda resolvían toda problemática.
Ante un quiebre violento, la Concertación, desde el PS a la DC, aceptaron las reglas del juego, a fin de un cambio paulatino. Fue la época de “la medida de lo posible” y de la “democracia de los acuerdos”, lo que se parecía bastante a un co-gobierno, con un fuerte poder de veto de los militares y grupos fácticos de la derecha.
Esa estrategia, es absolutamente entendible los primeros 8 años de gobiernos democráticos: Pinochet estaba en la comandancia en jefe y el riesgo de un golpe de Estado o regresión autoritaria era evidente. Es difícil que la nueva generación pueda entenderlo. Yo lo entiendo, porque viví en esa época. Las elecciones parlamentarias de 1997 y la salida de Pinochet de la comandancia en jefe en marzo de 1998 desnudaron nuestros sentimientos al respecto (nuestras bajadas de bandera, como dijo Garretón), y aparecieron 2 almas transversales en los partidos de la Concertación: los autocomplacientes, que creían muy valorable todo lo avanzado en materia de libertades políticas y de combate a la pobreza, y los autoflagelantes, que criticaban haber perdido el alma de cambios en nuestra alianza, haber aceptado el sistema de Pinochet.
La discusión se mantuvo siempre escondida, bajo la alfombra, porque “había que asegurar la gobernabilidad”, por miedo a los militares, o por lo que fuere. Aunque la lucha electoral, fue más estrecha, aún quedaban 2 victorias presidenciales que mantuvieron la discusión low profile.
Llegó el momento de la derrota, y al momento de discutirse las razones de la derrota, salió el tema a la luz. Los autocomplacientes argumentaron, por cierto, que si eso fuera verdad, habría ganado un candidato a la izquierda de la Concertación y no a la derecha. Sin embargo, a mi entender, y como dice Tironi, no entendieron que la victoria de la derecha fue un accidente: No ganó la derecha, perdió la Concertación. Ante un programa moderado y centrista del candidato Piñera, se castigó la inconsecuencia del arcoíris y sus malas prácticas al momento de gobernar, que –dicho sea de paso- eran muchas. Y esto aún no lo entiende la dirigencia de nuestros partidos. ¿Y qué pasa con la gente de a pie, los que no perdimos cargos por perder el gobierno y no tenemos cargos por los que luchar en las próximas elecciones? Bueno, lo que pasa es que tuvimos que asumir el porrazo de enero de 2010 y asumir de un sopetón nuestras propias inconsecuencias. Porque la culpa no es sólo del chancho, sino también del que le da afrecho; en este caso, de quienes votamos 20 años por la Concertación. Veo las demandas estudiantiles y son absolutamente justas. Veo las demandas de Asamblea Constituyente y nueva Constitución y las encuentro justas y obvias. Siento un estado de “choreamiento” que no es consecuente con mi cautela y complacencia de hace sólo 1 año y medio.
En lo personal, creo que es mejor asumir los errores y complacencias del pasado, corregirlos y proponer algo a futuro. Ante el duopolio político, me veo sin alternativas electorales a corto plazo, a menos que la Concertación o la alianza que la sustituya enmiende su horizonte en miras a las próximas elecciones. Tengo súper claro que de estas movilizaciones sociales no se van a lograr cambios de fondo en este gobierno, sólo cambios cosméticos; por eso es importante, que mi alianza haga un mea culpa y proponga al país cosas básicas.
Por lo pronto, el pacto social generado en 1988-1989 que dio origen a esta transición interminable (y que dio origen a la misma Concertación) se quebró, se terminó. Es necesario proponer un marco constitucional nuevo, plebiscitado o generado a través de una asamblea constituyente o la mezcla de ambos, en que el poder constituyente del pueblo maque las nuevas reglas del juego.
En lo político, se necesita un sistema participativo, no de elite; eso se logra con primarias obligatorias para todos los cargos de elección popular, elegir intendentes, limitar la reelección de todas las autoridades, incluir en el tejido constitucional instituciones de democracia directa (como la iniciativa popular de ley, la revocatoria, etc.), establecer un sistema semi-presidencial, en que exista una figura fuerte en la presidencia, pero que no sea un rey sin corona como existe ahora. Demás está decir que se necesita un sistema electoral proporcional.
En lo económico, no soy anti-empresarios ni anti-iniciativa privada, pero me parece que hay un ámbito en el que ellos deben estar, con normas laborales y medioambientales claras y de protección. Hay otros ámbitos (educación, salud) en que el Estado debe tener un papel clave; en que el lucro sea retirado. También se necesita una reforma tributaria de verdad, a nivel de un país más avanzado. Es inmoral que los bancos ganen miles de millones de dólares al año, en que el sueldo mínimo sea poco más de 180.000 y en que el Estado no garantice, al menos, una educación y salud gratuita y de calidad.
Para mí sólo un pacto social nuevo en base a esos mínimos parámetros, nos posibilita salir del atolladero en que nos encontramos ahora. Si los políticos, especialmente los que se llaman a sí mismo “progresistas”, no están a la altura, esto será una olla de presión que en algún momento va a explotar. Porque las crisis no se dan sólo por golpes de estado, sino también por ilegitimidad de quienes nos representan. Me declaro observante de la realidad política, a la espera de programas y propuestas serias de gente que tiene en sus hombros la conducción de mi país. Pensar más en el programa, que en el candidato.