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Tag: Gobierno


Integrar sin asimilar

indigenas

Por José Ignacio Vial.

Hace algunos meses me tocó ver una mañana en twitter, como un sacerdote, ferviente defensor de la causa Mapuche, denunciaba la violencia de Carabineros en un allanamiento a la comunidad de Temucuicui, lo que minutos después era retwiteado afanosamente por un conocido dirigente estudiantil. Esa tarde leí en la prensa que uno de los carabineros que había participado en dicho allanamiento, en el cual se encontró diverso armamento, había muerto por un impacto de bala en el cuello: fue la triste noticia del asesinato del carabinero Albornoz. El sacerdote, si bien manifestó su rechazo a la muerte del uniformado, denunció que la raíz del problema eran las forestales que se adueñaron ilegítimamente de los terrenos indígenas décadas atrás. Del dirigente estudiantil que tanto retwitió no supe más.

Desde que tengo memoria el asunto indígena es tema. La referencia que tenemos de él, por lo general, son los atentados incendiarios a fundos y predios forestales, enfrentamientos con carabineros, quema de camiones, y de vez en cuando, la desgraciada muerte de algún uniformado o joven activista. Son estas las imágenes que se nos vienen a la cabeza porque es prácticamente lo único que la prensa muestra, refiriéndose sólo al asunto cuando hay violencia, reduciendo todo a un conflicto entre la represión y el violentismo, sin añadir matices, aristas, causas, historia, ni ningún otro elemento por esencial que sea tanto para comprender las causas del problema, como para encontrar soluciones reales al mismo.

Porque si bien existe una situación compleja con los indígenas en Chile, ésta va más allá de los hechos señalados, y comprende no sólo cientos de años de mala convivencia entre los distintos pueblos, sino también una actitud arraigada de negación tanto de nuestro pasado común como de la sangre mapuche, atacameña, diaguita o kaweskar, (entre otras) que corre o pudiera correr por nuestras venas. Situación profundizada, además, por el hecho de que nos cuesta valorar la cultura indígena en nuestra historia, siendo muy pocos los casos en donde se destaca su valor y aporte a la construcción de nuestra identidad nacional.

Pero al final del día, si es que hay piedras de tope que no permiten avanzar, éstas son las propuestas planteadas para solucionar el problema. Mientras algunos creen que no hay nada que resolver y que el conflicto se da sólo por unos cuantos violentistas radicales, otros consideran que la solución pasa por prácticamente restaurar el estado de cosas que existía hace cinco siglos. Y así como se reduce el diagnóstico a un problema de violencia o represión, las soluciones también se han ido polarizando, consolidándose una dialéctica entre aislacionismo y asimilación.

Por lo mismo, y dejando las ideologías de lado, es hora de empezar a buscar una solución armónica e integral del tema, abandonando los extremos e intentando trabajar por una confluencia, en la cual, sin que nuestros pueblos originarios pierdan su identidad y sin intentar borrar lo que los distingue, se trabaje por una verdadera integración de las culturas indígenas de nuestro país. Se tiene que pensar, diseñar e implementar una estrategia de real integración, sin que eso derive en un proceso de asimilación.

Debemos hacerlos parte de nuestra sociedad reconociendo su riqueza,  buscando formas de destacar y mantener sus costumbres, lenguas, tradiciones y formas de vida; preservar su valoración de la tierra, la organización de sus comunidades y tantas otras cosas que la mayoría de los chilenos desconocemos. Esta podría ser una verdadera alternativa que nos permita salir de la situación reinante de olvido, resentimiento, odio, vergüenza y negación que ha imperado los últimos años.

Se requiere también que los medios dejen de hablar sólo de los focos de violencia y comiencen a mostrar las comunidades pacíficas que habitan nuestro país, y no sólo las mapuches, sino también la historia, el aporte y el estado actual de las  otras culturas que se pueden encontrar en nuestro territorio nacional. Partiendo por acciones tan simples como mostrar aquellos casos en que las comunidades han construido grandes organizaciones y proyectos que permiten conservar parte de nuestro patrimonio histórico, cultural y ambiental como ocurre en San Pedro de Atacama en el norte o Caleta Cóndor en el sur. Este podría ser el inicio de un cambio real que nos lleve a una revalorización verdadera de nuestro patrimonio étnico y cultural.

Todo ello sumado a la creación de políticas públicas, que más que limitarse a la simple entrega de tierras, conformen un plan integral que apunte a sacar a las comunidades de la pobreza material y el aislamiento social, promoviendo junto con ello aquellos aspectos que los identifican, respetando su cultura, pero haciéndolos parte de la sociedad chilena. Por este camino podría conseguirse una solución que logre, finalmente, llevar a los distintos pueblos que conforman nuestra nación, a un sitial de igualdad, valoración y respeto, que permita una convivencia pacífica y genere un real sentido de pertenencia y amistad cívica.

Porque la experiencia nos ha demostrado que ni más carabineros ni meros estatutos autonómicos van a solucionar esto, es que urge una respuesta integral, que aborde la situación con sus diversos matices y con la delicadeza, trabajo, esfuerzo e ingenio que las circunstancias, el país y la historia nos exigen.

 

Descentralización Necesaria Y Urgente

chile rural

Por Diego Javier Bustos Neyra.

El centralismo en Chile es un problema que ya no solo es evidente en la relación Santiago-regiones. Hoy la tendencia a concentrar el grueso de las capacidades políticas, económicas y sociales se está dando con mucha fuerza incluso en lo intrarregional. Para comprobar dicha idea basta con ver la distribución demográfica de cada una de las regiones, de ese modo veremos el peso que tienen las capitales regionales en relación al resto de las provincias, escenario que es sólo el punto medio de una cadena que termina en la “superioridad” de las capitales provinciales por sobre el resto de las comunas.

Claramente podemos, entonces, disgregar la fundamentación del centralismo en dos ideas macro: Lo político-administrativo y lo social.

Por su parte, hablamos de una nación centralizada por cuanto las leyes y las bases de la administración derivadas, en su esencia, de la antigua monarquía española han madurado en Chile una administración tremendamente burocrática, así como también, un poder que descansa sin problemas en las manos de unos pocos y, en algunos casos, se le ve sólo en las manos de una persona (el presidente de la república), quien tiene facultades políticas que están por sobre el común observable en otros países presidenciales.

En segundo lugar, existe la justificación social. Nosotros, las personas, tendemos a buscar el camino fácil en todo ámbito de nuestras vidas y, en sentido de ello, es que aspiramos a vivir y desarrollarnos donde tengamos absolutamente todo al alcance de nuestra manos (aunque ello signifique sacrificarse en cuanto a costo y calidad de vida). Dicha idea apunta a las aspiraciones de las personas y es evidente en una clara figura: el Santiaguino no está dispuesto a vivir en Concepción, el penquista no dejaría su ciudad por irse a vivir a Chillán y el chillanejo, en tanto, difícilmente proyectaría el resto de su vida en la comuna de Pinto.

No obstante todo lo anterior, es preciso que la gente y el Gobierno, empiecen a entender que las regiones han demostrado con creces tener capacidades de sobra para generar importante sustento. Así también, la saturación de la Región Metropolitana es cada vez más evidente y ello es reflejado en los niveles de stress, lo cual se debe mayormente a los altos costos y la mala calidad de vida. La gente poco a poco se tendrá que ir dando cuenta que ese paradigma de “me voy a Santiago puesto que ahí está la pega” se va resquebrajando poco a poco y, entonces, la tortilla comenzará a darse vuelta y serán (esperemos que pronto) los santiaguinos quienes tendrán que evaluar la posibilidad de buscar empleos en regiones y, así también, los inversionistas tendrán que considerar el encauce se sus recursos a plazas en el norte o sur de nuestro país.

El Gobierno en tanto, independiente del color que sea, debe dejar de crear políticas públicas y leyes que apunten a todo el país como si éste fuera un punto. La clase política no puede olvidar que Chile tiene más de 4.000 kilómetros de extensión (y eso solo en la parte continental), con lo cual es lógico y evidente que el problema del ariqueño no es el mismo que obstaculiza la vida del chilote, al igual que los problemas de vivienda en Punta Arenas jamás serán los mismos que en Santiago.

Por último, las empresas deben retornar los grupos gerenciales y directivos a las regiones, con lo cual abaratarán costos y reducirán enormemente los tiempos necesarios para llevar a cabo cualquier decisión. Parece irrisorio que las grandes forestales de las regiones del Biobío y la Araucanía tengan sus gerentes en Santiago, como también es complejo explicarnos porqué la parte directiva del Codelco también está en la Región Metropolitana.

A estas alturas es natural pensar que la descentralización es necesaria para alcanzar el tan anhelado Chile desarrollado. Es necesario que los dineros dejen de distribuirse entre Santiago y las “regiones”, no podemos seguir considerando que “las regiones” son el equivalente a Santiago. En ningún caso se espera un Chile federal, pero si un Chile en el que las regiones tengan un peso político, social y económico que garanticen el tan perseguido “bien común”.

 

Fortalecimiento del Ministerio Público

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Por Eliana Claro, Libertad y Desarrollo.

Ingresó hace algunas semanas al Congreso el proyecto de ley de “Fortalecimiento del Ministerio Público”, que tiene por objeto aumentar significativamente la dotación de fiscales y funcionarios administrativos a la institución. Se trata de una iniciativa de US 30 millones que recoge en parte un plan de US 80 millones que ha desarrollado el Ministerio Público desde hace varios años, y que descansa sobre la base de que, mientras no ha habido aumentos de fiscales desde su inicio (sólo 22 en el 2006), los ingresos de delitos han crecido en un 46% desde el 2006. Así, si las estimaciones iniciales implicaban una carga promedio por fiscal cercana a los 1.200 casos, estos hoy son el doble.

Pero en el debate que se está llevando a cabo en el Congreso debe considerarse el aumento en su presupuesto de 45% desde el 2006, como asimismo el uso que hace de los diversos mecanismos de filtro que tiene para decidir, con discrecionalidad, los casos que presentará ante el juez y aquellos que no. En promedio, cerca de un 46% de los 1.400.000 casos anuales se archivan. En delitos como robos o robos no violentos los archivos superan el 70%. Ello es importante a la hora de debatir acerca de cargas “promedio” de trabajo por fiscal.

En esta línea, es destacable el esfuerzo del Ejecutivo en el proyecto presentado, por incorporar metas e indicadores de gestión a cambio de la entrega de recursos, Sin embargo se puede ser más exigente.

Las mejoras pueden ir, por ejemplo, en la línea de generar políticas de disminución de archivos con criterios más específicos que distingan entre diversos delitos. Asimismo, si bien la reducción de archivos provisionales puede ser positiva (si implica que imputados “desconocidos” se vuelvan “conocidos”), se debe considerar que no todas las salidas judiciales tienen la misma calidad. En efecto,si comparamos el año 2011 y el 2010, se observa que las salidas judiciales se mantuvieron relativamente constantes (41,9% versus 42,5%), pero que su composición  sufrió cambios importantes: la sentencia definitiva condenatoria disminuyó en un 14% mientras que la suspensión condicional del procedimiento aumentó en 31%, lo que puede ser riesgoso en términos de impunidad. Por último, es relevante analizar el punto de la asignación de la nueva dotación (concentrada en la nueva fiscalía y en las unidades de tramitación de causas de menor complejidad), que implica que las fiscalías locales no verán mayor dotación, lo que también abre el debate a posibles reasignaciones de dotación interna existente (por ejemplo desde la Fiscalía Nacional).

Se trata entonces de una iniciativa correcta que puede ser perfeccionada. El Congreso debe preocuparse de que cualquier aumento de recursos y de dotación vaya asociado a mejoras sustantivas de eficiencia y rendición de cuentas; esto es, que los indicadores de impacto a los que se comprometan sean exigentes y que ello vaya unido a mecanismos de seguimiento y evaluación; cuestiones que hasta el momento, se encuentran en niveles poco satisfactorios y en donde se ha esgrimido la autonomía constitucional del Ministerio Público como una suerte de barrera a la evaluación y al escrutinio externo, lectura errada en una sociedad democrática.

 

Del Dicho al Hecho 21 de Mayo: Piñera ha cumplido un 56% en materia legislativa del discurso presidencial

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Por Comunicaciones FCI.

Los anuncios realizados el 21 de mayo del 2011 por el Presidente Sebastián Piñera alcanzan, en materia legislativa, un 56% de cumplimiento, siendo las áreas de Tercera Edad (con un 100%), Desarrollo Social (con un 95%) y Seguridad Pública (con un 88%) las con más avance. En contraste, el estudio arrojó que en el área de Energía el cumplimiento corresponde a 0%.

Por su parte, en un seguimiento a los anuncios realizados el 21 de mayo del 2010, vemos que a la fecha sólo se han cumplido en un 100% las promesas -que implican iniciativa legal- referentes a Tercera Edad, Desarrollo Social y Telecomunicaciones, manteniéndose un 0% de cumplimiento las áreas de Energía, Discapacidad, Infraestructura, Clase Media y Deportes.

Por último, los ciudadanos podrán encontrar en www.deldichoalhecho.cl un análisis elaborado por la Fundación Ciudadano Inteligente respecto del “Informe de cumplimiento legislativo de los Mensajes Presidenciales 21 de mayo” publicado por SEGPRES, y que cifró en un 71% el cumplimiento en relación a los discursos 2010 y 2011, detallando por parte las discrepancias y concordancias con dicho informe.

La Fundación Ciudadano Inteligente evalúa año a año el cumplimiento, en materia legislativa, de los compromisos asumidos por la autoridad presidencial en sus discursos del 21 de mayo. El objetivo es entregar a los ciudadanos -a través de una web de fácil acceso y entendimiento- la posibilidad de realizar un seguimiento comparativo del cumplimiento de las promesas, fomentando una adecuada rendición de cuentas por parte de nuestras autoridades, así como el empoderamiento y fiscalización de la ciudadanía.

Para Felipe Heusser, Presidente Ejecutivo Fundación Ciudadano Inteligente,  “El objetivo de “del Dicho al Hecho; 21 de mayo” es darle seguimiento en el tiempo al cumplimiento de los anuncios que involucran iniciativa legal y que son efectuados en los discursos de 21 de mayo por el Presidente de la República”, agregando que  “en la actualidad, la tecnología ofrece a la ciudadanía la posibilidad de fiscalizar las promesas que nuestros gobernantes nos hacen. Se acabó el tiempo en que las promesas y los discursos quedaban en el olvido sin ser fiscalizados, en la era digital tenemos más herramientas para ejercer control de la gestión pública”.

Por su parte, Manuel Arís, encargado del proyecto y Jefe Área de Incidencia de la Fundación Ciudadano Inteligente,  sostuvo que  “la correcta rendición de cuentas le permite a la ciudadanía fiscalizar la gestión pública y revalorizar la actividad política, pero quienes se ven más beneficiados con este mecanismo son las autoridades, que legitiman sus decisiones y visibilizan sus logros. Ése es el objetivo que buscamos a través de una metodología imparcial y rigurosa como la que presentamos en Del Dicho al Hecho”.

 

Te invitamos a visitar “del Dicho al Hecho; 21 de Mayo”.

El show de las encuestas

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Por Francisco Luco.

La anterior fue semana de encuestas, un verdadero festín mediático con una serie de ritos característicos a los que ciertamente ya estamos acostumbrados, y entre los que pueden contarse entrevistas a directores de centros de estudio sobreanalizando cualquier cosa, sociólogos haciendo juicios políticos livianos como los de ningún otro profesional, y vocero de gobierno intentando mantener la compostura y demostrar una calma zen que —pretenden hacernos creer— supuestamente se cierne sobre todos los funcionarios de La Moneda, como si realmente tuvieran mil y una mayores preocupaciones antes que comentar los resultados de una encuesta.

Pero la verdad es que en un palacio de gobierno efectivamente existen creo yo mayores preocupaciones que los resultados de una CEP o una Adimark, aunque los hechos pudieren demostrar otra cosa. Porque si hay algo en lo que no podemos dejar de convenir es que durante los últimos años las encuestas han alcanzado un grado de importancia insano y casi patológico. ¿Lo peor? Siempre es el propio gobierno de turno uno de los principales impulsores a la hora de darles a estas preguntas y sus dígitos correlativos más mérito del que realmente revisten.

Ahora bien, desde luego los propios candidatos, ministros y Presidente no son los únicos actores de esta función. Un rol tanto o más relevante lo cumplen, desde luego, los encuestados, quienes deben evaluar con un tajante sí o un lapidario no —como si en la vida no existieran matices— el trabajo de los antes aludidos. ¿En base a qué criterio? Vaya a saber usted.

Sería interesante, por ejemplo, preguntarle a los encuestados, después de que hubieren respondido si acaso aprueban o desaprueban la gestión del Presidente, por qué razón afirman una cosa o la otra. Para ponerlo en términos pedagógicos, hago una especie de alusión a esa clásica pregunta de prueba escrita, acompañada al final de un no menos típico «fundamente».

El problema radica —me aventuro a pensar— en que en la mayoría de las ocasiones no hay mucho que fundamentar.

Dicen que las emociones rigen el mundo, empero, ello no significa que deba suprimirse todo atisbo de racionalidad de lo que decimos, hacemos y pensamos a diario, máxime cuando se trata del arte de gobernar. Así, creo con toda confianza que cuando un encuestado, un ciudadano cualquiera como usted o yo, con un mayor o menor grado de conocimiento, desaprueba la gestión del Presidente más allá de que ésta efectivamente sea o no cuestionable, sólo se está dejando influenciar por la labor de los medios de comunicación, quienes suelen ser realmente los que en la práctica modelan aquel difuso y cuestionable ente llamado “opinión pública”.

Soy un convencido de que cuando una persona desaprueba la gestión del Presidente, se está limitando a reducir una entera gestión política con sus aciertos y errores, pero llena de matices y complejidades a criterios absurdos pero inconscientes, como si lo ha visto últimamente en matinales, si ha emitido últimamente un chiste de mal gusto o si —aquí estriba el factor más poderoso— ha sido blanco de ataques o críticas políticas recientes.

Y qué poco importa realizar una mínima operación intelectual, por cierto, para diagnosticar la justicia o rigurosidad detrás de frases muchas veces diseñadas para la galería, que no atañen al fondo de los problemas políticos, sociales y económicos que pudieran aquejarnos como país. En cambio, resulta más fácil quedarse con el comentario vacuo del diputado de oposición, o a veces con el del compañero de oficina que pretende saber más de política que el resto.

Insistiendo en lo errático de las encuestas de opinión, y sin ir más lejos, el propio Eugenio Tironi ha señalado, incluso, que existen estudios que indican que las poblaciones tienden a ser más duras en la evaluación de sus mandatarios en períodos invernales, como si el frío actuara de forma subconsciente y moldeara el temple y las opiniones políticas de los ciudadanos sin que estos se den cuenta.

Y ya que estamos en lo determinante que pueden llegar a ser factores completamente exógenos y aparentemente irrelevantes, qué decir de la actuación de los mismos candidatos presidenciales en tiempos de campaña (períodos en que las acciones de los centros de estudio suben como la espuma, y la realización de encuestas políticas se transforma en una nueva fiebre del oro). Porque a veces basta haber visto a alguien dando conferencias de prensa en el momento preciso, bailando cueca o subiéndose a un tanque para que la ciudadanía adquiera una impresión positiva de ellos y les dé un voto favorable a la hora de responder una encuesta.

Pareciera, entonces, que un estudio de opinión en la práctica se ve más influenciado por vaivenes aleatorios de cualquier tipo antes que por un mínimamente riguroso e informado análisis o juicio político. De otra manera, no podría explicarse cómo —ya volviendo al presente— se mantienen bajas las cifras de aprobación que atienden a áreas en que al país —y por extensión al Presidente—, objetivamente, le va bien.

Si no parece verosímil lo dicho hasta ahora, basta tomar cualquier encuesta relativamente prestigiada y comenzar a desmenuzar sus números, para que comiencen a aparecer las contradicciones de quienes responden afirmando primero tal cosa, pero después, con una respuesta inocente y bienintencionada (o desinformada) socavan lo dicho anteriormente.

¿Acaso no es obvio? Las encuestas no son pruebas escritas como las de la universidad o el colegio, donde con relativa certeza puede comprobarse el grado de conocimiento sobre una determinada materia, asignándose una calificación en atención a si se ha cumplido o no con estándares objetivos y predeterminados. A diferencia de este tipo de exámenes, una encuesta como las de Adimark o CEP parecieran estar más cerca de un juicio de valor modelado por sensaciones vacuas y, en ocasiones, carentes de fundamento técnico alguno.

Entonces, la gran duda que queda dando vuelta es: si esto resulta archisabido, ¿por qué ignorarlo? Y es aquí cuando me pregunto si la llamada clase política opera de buena fe, dejándose atrapar por la vorágine de los números y de la instantaneidad moderna con cierta torpeza e ingenuidad, o si se trata de un consenso malévolo del que oficialismo y oposición han sido actores por mucho tiempo, donde el acuerdo tácito consistiría en jugar las reglas del juego y dejarse regir por números insignificantes atribuidos por gente no más importante.

No quiero dejar de aclarar, en todo caso, que mi intención no es decir que los resultados de la encuesta CEP de la semana pasada se deben a que se cambió a la hora de invierno, o realizar una alegoría a la actual gestión presidencial, ya que si bien es cierto que mi diagnóstico de ésta sea probablemente un poco más condescendiente que el de la mayoría, lo dicho hasta acá puede aplicarse en realidad a cualquier mandato presidencial anterior, y cualquiera sea el venidero. Después de todo, el fenómeno de las encuestas y sus simpáticas externalidades no es nuevo, ni privativo de una coalición política, ni tampoco limitado a los tiempos en que los números no remontan.

Mi intención pasa, en cambio, por deslegitimar en un grado más general a las encuestas como indicativos fiables de que una gestión va bien o no, y por destacar que los países no crecen al son de las cifras de popularidad.

A veces siento que esto es como si se tratara de un reality show, y no mucho más que eso. Por ello es que añoro el día en que conformemos una ciudadanía lo suficientemente informada como para leer entre líneas, darse cuenta de lo que sucede día a día en la política, y de que lo determinante no es si el candidato de turno aumenta, disminuye o mantiene su “capital político”. Hasta entonces, que la función continúe. Y usted, disfrute.

 

El lobby en Chile; resucitando un debate necesario

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Por Ítalo Álvarez.

Al analizar en la actualidad la situación del lobby en Chile vemos que, a diferencia de otros países, en el nuestro no existe un registro público de lobistas, no existe trasparencia en las conversaciones entre alguna autoridad y quienes realizan la actividad del lobbying, no se sabe, al menos que exista alguna denuncia, si hubo lobby ante determinada discusión parlamentaria o incluso en la decisión que concierne al consejo municipal de alguna comuna.

Pero en concreto ¿Dónde está la paradoja? Bueno, la respuesta es sencilla y se encuentra en el boletín 3407 que ingresó al legislativo en noviembre del año 2003. Su ingreso nace de la imperante necesidad de regular esta actividad, y luego de un largo periplo por ambas cámaras se logró aprobar. Así, todo marchaba bien, sólo era cosa de que en el ejecutivo le pusieran la firma… lo que no paso, por el contrario, fue “victima” del veto presidencial el año 2008, y así hoy nos encontramos sin una regulación, cuando pudimos haberla tenido en vigencia desde hace ya unos cuantos años.

En términos simples el lobby una acción destinada a influir en la decisión de algún cuerpo de gobierno (sea este central, regional o local)  o congreso, esto por medio de una estrategia comunicacional desde un grupo particular con el objetivo de que las decisiones que se tomen en lo público sean de interés para el grupo que busca influir en ella, esta acción se puede llevar a cabo por el mismo interesado, o por un tercero que se dedique a la realización de la actividad, un profesional del lobby.

Ahora bien es necesario hacer una diferenciación, y dice relación con el lobby y el tráfico de influencias; ¿tiene que ver una con otra?

En origen, no tienen porque relacionarse, pero la falta de regulación puede producir ciertas uniones.     El lobby implica una estrategia comunicacional para obtener el beneficio en la toma de decisiones, mientras que el tráfico de influencia, en cambio, busca un intercambio de favores, beneficios o privilegios de carácter privado, entre el actor privado y el funcionario público, para que realice un uso o incluso abuso de sus atribuciones para favorecer al actor privado. En síntesis, podemos señalar que el Lobby excluye tanto el intercambio, insinuación u oferta de algún tipo de beneficio, regalía o ventaja, el lobby no puede incluir algún tipo de amenaza o anuncio de medidas perjudiciales para el funcionario que recibe al lobista.

Al no existir una regulación para la actividad de lobbying, resulta difícil saber cuántos son, cuáles son sus intereses, bajo qué condiciones se reúnen con los funcionarios públicos (diputados, senadores, subsecretarios, ministros, alcaldes o hasta concejales), ni menos poder asegurar que no se da el temido tráfico de influencias. Es quizás por esta misma razón que la primera impresión de una persona al escuchar “el lobby en esta materia es muy fuerte” lo asocia de inmediato a una acción negativa en donde se cuadran según ciertos favores, pero debemos salir de esa primera impresión, puesto que el lobby no es en sí misma una mala acción; si bien representa algunas contrariedades y desventajas para el ciudadano “de a píe”, por ejemplo puede amenazar el principio de igualdad de oportunidades, amenazar también el deber del Gobierno en cumplir con el bien general (puesto que podría beneficiar a un particular o a unos pocos), pero también presenta ventajas, como entregar mayor información a quienes toman decisiones, agilizar el intercambio de información entre la autoridad pública y el grupo de interés organizado.

Respecto a la regulación del Lobby, son variados los ejemplos que se pueden comentar, el primer intento por regularlo lo podemos encontrar en Estados Unidos, en donde se crea un registro de lobistas exigiendo a estos su inclusión (1876), lo que se ha ido perfeccionando con el paso del tiempo incluyendo al registro una ley de divulgación de las actividades en las cuales se practica la actividad  (http://www.bcn.cl/carpeta_temas/temas_portada.2005-10-24.0971900095/pdf/correccionsactloobyeeuu.pdf ), en Inglaterra y Escocia no existe un registro exhaustivo como en otros países, pero ellos optaron por la creación de un código que les regula, algol así como una ética del lobbying, que es obligatoria para quienes se asocian a asociaciones que se encargan de implementar el código (es un funcionamiento similar al de los colegios profesionales). En Canadá existe un acta de registro del lobistas (http://www.bcn.cl/carpeta_temas/temas_portada.2005-10-24.0971900095/pdf/leycanada.pdf ) en Perú está la ley n°28024, normativa que regula la gestión de intereses en la administración pública, y que a su vez encuadra la actividad del lobby (http://www.bcn.cl/carpeta_temas/temas_portada.2005-10-24.0971900095/pdf/leyperu.pdf ).

En Chile desde el 2008 no existió ningún avance, el veto que se presento no significo la presentación de un nuevo proyecto, solo en enero del 2012 el actual Gobierno por medio del Ministro Larroulet, hizo el anuncio que presentaría un proyecto que buscaría regular el lobby, y hasta la fecha del anuncio (5 de enero) se encontraban “consensuando” con diferentes conglomerados políticos su concreción (Gobierno de Chile, 2012).

Al día de hoy, el anuncio del Gobierno aún no se concreta, aún no existe una regulación de la actividad en cuestión, aún no podemos saber en qué materias se realiza la actividad (solo lo podemos elucubrar), seguimos en ascuas si hay tráfico de influencias… así seguiremos siendo lo mismo, más que un “paraíso del lobby”, lo denominaría “la selva del lobby”, donde se confunden los intereses políticos con los económicos, y no podemos hacer mucho por terminar con ello, quizás podría servir hacer algo de lobby para que esta situación al fin termine.

 

El Desafío de la Descentralización

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Por José Francisco Garcia.

Hablar de descentralización en Chile hoy en día está de moda. Sin embargo, es un tema de gran complejidad. Ni siquiera los expertos están de acuerdo en una única estrategia de descentralización para Chile. Para algunos ello pasa por potenciar la regionalización a través de los gobiernos regionales (siendo el paradigma la existencia de un intendente o un presidente regional elegido popularmente) o avanzando hacia un esquema de federal (de discutible raigambre cultural e histórica en nuestro país); otros creen se debe abandonar la estrategia de regionalización a cambio de una reforma radical que potencie los gobiernos locales (y en donde sea posible, por ejemplo, otorgar a los Municipios potestades amplias en materias de seguridad pública, como la posibilidad de crear policías municipales).

Lo anterior va acompañado, además, de discusiones en torno a la posibilidad de que exista una descentralización fiscal: financiamiento de bienes públicos regionales o locales mediante tributos que no van a un fondo común, y que permitiría, que la carga tributaria fuese parte de las ventajas competitivas de cada región y del atractivo de las mismas. Ello se ha vinculado, por ejemplo, a la competencia en Estados Unidos entre los estados para cobrar bajos impuestos a las empresas para constituirse en dichos estados, o bien transformarse en un “paraíso fiscal” a la hora de cobrar impuestos bajos a los adultos mayores que ya se han jubilado.

Hay todavía una tercera estrategia, un modelo ecléctico, como el actualmente existente bajo nuestra legislación, que busca integrar ambos ámbitos de actuación estatal bajo la lógica de la subsidiariedad competencial. Esta última es la posición que pareciera buscar sacar adelante el Presidente de la República al sostener en el discurso del 21 de mayo de 2010 que: “Todo aquello que puedan realizar los gobiernos regionales mejor que el gobierno central, será de competencia de las regiones. Y todo lo que puedan hacer mejor los municipios que los gobiernos regionales, será de competencia de los municipios”.

La actual agenda gubernamental en descentralización está buscando aterrizar en medidas concretas la visión presidencial antes descrita. Ello ha implicado para este año duplicar la inversión regional respecto al promedio 2002-2009 y un aumento sustancial en recursos en salud y educación a nivel local; aumento de más de $100 mil millones respecto al 2009 en el Fondo Común Municipal; la transferencia de competencias a nivel regional y comunal; la elección directa de los consejeros regionales; simplificar y facilitar la realización de plebiscitos comunales y consultas ciudadanas; y repensar el esquema de incentivos especiales para las zonas extremas en cuanto a la bonificación a la mano de obra, crédito tributario a la inversión y el fondo de fomento de zonas extremas.

Se trata entonces no sólo de un aumento de recursos; sino un esfuerzo serio por intentar delinear una estrategia en la materia.

Si bien creemos es un buen punto de partida; debe, en todo caso, considerar el potencial de distorsiones que se pueden generar; la captura de la legislación pro parte de los grupos de interés (que sólo potencia movimientos y protestas como los de Aysén bajo la forma de un discurso de interés nacional); evitar una lógica desarrollista desde el gobierno central; y, que el actual esquema de evaluación de políticas (tanto a nivele de beneficios como de regulaciones) es todavía débil.

El Estado, por lo mismo, no puede perder de vista cumplir sus principales roles. Es por eso que es necesario mejorar el acceso a estas regiones y la conectividad del país, porque indirectamente se atacarán los problemas anteriormente mencionados, y se logrará la verdadera unión geopolítica del país, terminando con el aislamiento de las zonas extremas.

Asimismo, el establecimiento y respeto por reglas claras que permitan el desarrollo de mercados y de la iniciativa privada en actividades como minería, comercio y turismo en la zona norte, y la agrícola-silvícola, pesquera y manufacturera para la del sur; tienen un potencial mayor que la entrega de beneficios selectivos.

 

Marchas y empoderamiento

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Por Francisco Luco.

Decir que Chile es un país que cambió, con ciudadanos hoy más “empoderados“, es un lugar común. Y de los favoritos en el vocablo de los políticos que pretenden vender el fiasco de la renovación.

Algunos más osados, como Tironi, aseveran que todo tiene su génesis en el mandato de la ex Presidente Bachelet; que fue ella quien instauró en el país un liderazgo “distinto”, más “horizontal”, más “maternal” y merecedor de toda clase de rasgos y apelativos siúticos de esos que fascinan a sociólogos, columnistas u opinólogos en general.

Sin embargo, no tantos se han esmerado en tratar de desentrañar a qué hacen alusión estas manoseadas frases clichés, que como otras tantas que se han instalado en la política nacional en distintos períodos –recuérdese la prostitución del vocablo “progresismo” durante la última presidencial–, parecen tener más de floritura retórica que de contenido.

Podría aseverarse que el que hoy los ciudadanos de Chile se encuentren más “empoderados” equivale a que sean más conscientes en la exigencia de sus derechos, y probablemente pocos se opondrían. Lamentablemente, si entendiésemos que efectivamente ocurre así, no parece saludable que tal cambio social tenga asidero si se lleva a la práctica de forma extrema, máxime si consideramos la existencia de esa clásica cultura, tan asentada en nuestra idiosincrasia, de exigir muchos derechos, pero cumplir pocos deberes.

Esto ha llegado en pleno 2012 a límites absurdos. Donde existe una colectividad –llámese ciclistas, homosexuales, heterosexuales, cuidadores de mascotas, pescadores, conductores, cocineros o meseros–, existe una causa que merece ser luchada (intereses privados, legítimos, pero aún circunscritos a un reducido grupo de la población). Donde existe una causa que merece ser luchada, hay un grupo de ciudadanos aguerridos dispuestos a exigir a la autoridad. Y donde hay un grupo de ciudadanos exigentes, supuestamente “empoderados” y conscientes de sus derechos, existe la enorme posibilidad de que se incurra en el ya clásico recurso de salir con todo a la calle, y de ahí para adelante que sea lo que Dios quiera.

Por supuesto que no siempre resulta especialmente alarmante esto último. El más novedoso de los paros es el declarado hace algunos días por un grupo de trabajadores del Censo 2012. Y más allá de la legitimidad o inexistencia de ésta en el movimiento, no parece sensato prever que se tratará de uno que podría alcanzar ribetes insospechados y poner a La Moneda de cabeza, como sí lo han hecho tantos otros en los últimos dos años.

El problema aparece, en cambio, cuando se trata de grupos que, precisamente, sí pueden llegar a conseguir un gran arrastre, al punto de poner en entredicho la institucionalidad del país y, peor aún, su estabilidad sociopolítica, como fue el caso de Aysén y las llamadas marchas estudiantiles.

Desde luego, podrá alegarse desde el fondo del movimiento de turno la legitimidad de sus demandas y la obligación del Estado por satisfacerlas, ya que el objetivo de este último es propender al bien común. Sin embargo, suele olvidarse muchas veces que así como cada grupo de interés privado cuenta con una serie de exigencias legítimas, hay cientos de otros grupos al lado haciendo fila para conseguir su propio proyecto de ley o aumento de lucas. Así, prima una cultura del egoísmo y egocentrismo que desnuda, más que un auténtico “empoderamiento” en la sociedad civil chilena –que tampoco es tal puesto que implica responsabilidades–, un deseo de llegar hasta las últimas consecuencias, por complejas que aparezcan, sin que importe demasiado resto.

Y qué importante es ese resto, por cierto. Podríamos hablar aquí de orden público, para que nos entendamos, pero probablemente a muchos el concepto les traiga aparejados viejos y malos recuerdos. Sin embargo, es necesario hacer notar que no se trata de defender estandartes de la vieja guardia ni ideas supuestamente autoritarias que pretenden sublimar valores cuestionables del republicanismo por sobre otros más democráticos y socialmente aceptados.

El orden público no es otra cosa que un cierto estado de paz social que posibilite el normal desenvolvimiento de la comunidad; que un oficinista pueda llegar a su trabajo sin necesidad de esquivar barricadas; que familias puedan salir a pasear un fin de semana sin temer encontrarse con piedras o desórdenes de otro tipo.

También podría alegarse eventualmente que quien suscribe confunde la legitimidad de las marchas autorizadas como manifestación de la voluntad social, con los desmanes de encapuchados que nada tienen que ver con los protestantes que anhelan ser escuchados. Sin embargo, resulta imposible convocar a esta clase de manifestaciones sin prever que los resultados acabarán siendo los mismos de siempre; los mismos que la historia reciente se ha encargado de reafirmar una y otra vez. Crear una barrera entre ambos fenómenos, con el pretensioso deseo de disociar una cosa y la otra, parece artificioso y autocomplaciente.

Junto con el orden público, suele arriesgarse también una cosa no menos importante, que es la legitimidad de nuestra institucionalidad. En efecto, en la medida en que cualquier demanda comienza a ser canalizada a través de gritos y marchas, se va creando una situación de inestabilidad social en que pareciera que no hay nadie capaz de representarnos, en que las autoridades no cuentan con legitimidad para actuar y en que el margen de acción de las instituciones es casi inexistente, porque sencillamente todo parece muy burocrático y engorroso y ya nada resulta tan expedito y efectivo como cortar un par de caminos, llamar a la prensa y “emplazar” (otro término trillado y de significado equívoco) a las autoridades.

En resumen, este falso “empoderamiento” sólo ha contribuido a que ante cualquier seña de descontento o problemática nos valgamos única y exclusivamente del que antaño era el último recurso, pero que ahora parece ser la primera opción en la lista de medidas a tomar.

Hoy, cuando nos encontramos ad portas de la que parece ser una nueva oleada de movilizaciones promovidas por la Confech, parece necesario recordar que la legitimidad de nuestras demandas no difiere demasiado de la legitimidad de las exigencias de quien se encuentra al lado, y que ser escuchado porque uno grita más fuerte, porque se puede reunir a más colaboradores o porque –aunque se niegue– se cuenta con la maquinaria de un partido detrás, no parece justo. Pintarse la cara, gritar fuerte y exigir hasta las últimas consecuencias, según mi humilde criterio, dista bastante de un verdadero “empoderamiento”.

Puede que el hecho de que Chile haya cambiado en los últimos años sea el único cliché verdadero, pero, lamentablemente, tampoco parece que dicha metamorfosis haya operado para bien.

 

ENUSC 2011: ¿En la dirección correcta?

Operativo-Hugo....

Por Eliana Claro.

Recientemente se han dado a conocer los resultados de la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana 2011 (ENUSC), que es considerada como el instrumento de mayor precisión para medir la delincuencia.

Los resultados presentados muestran que en un 31,1% de los hogares chilenos, al menos uno de sus miembros ha sido víctima de un delito durante los últimos 12 meses anteriores a su aplicación. Esta cifra implica un aumento de 10% en comparación a los niveles de 2010 y  han sido evaluados de manera positiva por parte del Gobierno por encontrarse en línea con la meta establecida por el Plan Chile Seguro: reducir la victimización a una tasa inferior a 29% para el 2013.

Llama la atención los importantes aumentos que se dan en victimización en las regiones III, VI y Metropolitana, por aumentos en diversos delitos y las disminuciones no significativas que se dan en la VII, VIII y IX región, que a su vez cuestionan la relación de las excepcionales cifras del 2010 con el terremoto 27F.  En términos de percepción, vemos que los resultados muestran aumentos de una percepción “negativa” de la gente respecto al tema y una mayor sensación de inseguridad. Datos que si son destacables son el aumento en las denuncias,  que han sido crecientes desde  2008 y que reflejan indirectamente mayor confianza por parte de la sociedad en el sistema, puesto que mayor número de  víctimas  se acerca a denunciar y busca la persecución de sus delitos.

A mi juicio, es posible concluir que los resultados obtenidos por la encuesta son negativos, puesto que implican un aumento estimado de 460 mil delitos para todo el país durante 2011, pero sin embargo, se encuentran dentro de lo esperado y muestran una tendencia de victimización general que continúa a la baja.  Respecto al aumento producido en relación a 2010, éste era esperable, ya que diversas cifras entregadas en 2011 habían “predicho” este fenómeno y demostrado que el 2010 había sido un año excepcionalmente bueno. Las razones son difíciles de explicar y se pueden asociar a una diversidad de factores, entre ellos, las altas  expectativas generadas en relación a la mano dura del nuevo Gobierno en 2010, algo atribuible al terremoto, la cantidad de desórdenes públicos que ocurrieron en 2011 y otros.

Sin duda, los resultados nos demuestran que la delincuencia es un asunto prioritario y que, por ende, se requieren cambios más profundos y políticas eficientes. En este sentido, es importante resaltar la labor que se está haciendo respecto a la implementación de  programas basados en la evidencia, puesto que éstos evitan la improvisación, generan una mayor eficiencia en la utilización de recursos y tiempo, a pesar de que sus resultados pueden ser de mediano plazo. Cabe  destacar los primeros resultados atribuibles al Sistema Táctico de Análisis del Delito (STAD) y a otros programas implementados que se han dado a conocer en la Región Metropolitana.

Reunión de la Alianza para el Gobierno Abierto, Día 1

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Por Rudi Borrmann, Director General de Información y Gobierno Abierto de la Ciudad de Buenos Aires.

 

Siete meses pasaron desde que en Septiembre del año pasado se lanzó la Alianza Internacional para el Gobierno Abierto (Open Government Partnership) una iniciativa de Estados Unidos y Brasil para englobar a los países que implementan políticas de Gobierno Abierto. En ese momento 8 países formaban la Alianza, hoy son 55 con la reciente incorporación de Rusia.

Este primer encuentro anual, realizado en la ciudad de Brasilia, tuvo hoy su gran apertura con la presencia de, probablemente, las dos mujeres más poderosas del mundo: la secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, y la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. Cerca de las 10 de la mañana, la sala principal del Centro de Convenciones Ulysses Guimaraes estaba colmada con más de 1000 personas.

Funcionarios de los diferentes países miembros, representantes de la sociedad civil de todo el mundo, periodistas y gente del sector privado esperaron las palabras de ambas mujeres que se mezclaron con los discurso de Nika Gilauri, primer ministro de Georgia, Jakaya Kikwete, Presidente de Tanzania, y varios ministros de Brasil (hay que mencionar que el gabinete completo de Rousseff estaba presente en el evento). Los discursos fueron algo similares, un listado de las iniciativas implementadas en sus países, el fuerte compromiso y los desafíos del futuro.

“El Gobierno Abierto no es una varita mágica que soluciona problemas, es clave la voluntad política”, dijo Hillary en su discurso. Para luego remarcar algo que se repetiría en todas las sesiones, la importancia del rol que juega en estas iniciativas la sociedad civil “Deben estar al mismo nivel que los países de la Alianza, debemos aprender mucho de ustedes”, dijo la ex senadora.

Por su parte Dilma remarcó que la “la Alianza representa una nueva forma de relación multilateral” y que “la apertura de datos debe darse no sólo en el ejecutivo sino también en el nivel judicial y el legislativo”.

La agenda para el primer día tuvo como eje central las presentaciones de los planes de acción de los países miembros. Un funcionario del país exponía (en 5 minutos) los lineamientos principales del plan y luego un representante de la sociedad civil ofrecía la mirada del sector. El contrapunto resultó muy interesante, pero en varias charlas no quedó mucho tiempo para preguntas en debates que eran muy ricos. “¿Cómo mejorar los métodos de consulta a la ciudadanía?, ¿Cómo involucrar a la gente”, “¿Cuál es la mejor manera de abrir información pública?”.

En líneas generales todos estaban de acuerdo en que no existe una línea de acción específica a seguir. No hay un manual de cómo un país avanza hacia el Gobierno Abierto. Pero se avanza. Y lo importante de este primer día fue tener en claro la importancia del intercambio y la colaboración entre las administraciones que avanzan en estos proyectos, y por supuesto, el rol clave que cumple la sociedad civil en estos temas. Este último concepto se repitió en muchísimos paneles. Son justamente las organizaciones de la Sociedad Civil las que llevan más tiempo trabajando los temas de transparencia y participación ciudadana, su rol en estas iniciativas es fundamental.

Me llamó la atención que países en crisis (y que se acaban de integrar a la Alianza), como Italia y España, marcaron la necesidad estratégica de apoyar este tipo de políticas, aún cuando la prioridad parecen tenerla temas más urgentes. Hay una entendimiento generalizado que este es el único camino, tarde o temprano, con o sin crisis.

Tim Kelsey, Director de Transparencia y Open Data para el Reino Unido, mencionó en el panel de Europa del Oeste, el rol clave de la transparencia como un disparador para hacer un Gobierno más eficiente. Su contraparte de la sociedad civil, Rufus Pollock, Director de la Open Knowledge Foundation, hizo hincapié en la importancia de establecer alrededor de las políticas de Open Data, marcos regulatorios a largo plazo que blinden de alguna forma las iniciativas y les permitan crecer e instalarse.

Fuente: DIGITAL BA

El Trago Fuerte

¿Qué piensa cada congresista sobre el binominal, el semipresidencialismo, el matrimonio homosexual o sobre el aborto terapéutico?, ¿A qué opositor de su conglomerado político admiran más, a cuál menos?, ¿cuáles son sus creencias religiosas y cuáles sus referentes personales? 19 parlamentarios de diferentes partidos políticos accedieron a someterse al Rayo X Político, la nueva iniciativa de El Vaso, el blog de la Fundación Ciudadano Inteligente.

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