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Tag: política


Participación | Proyecto de ley sobre transparencia del financiamiento de campañas y partidos políticos

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¿De dónde sacan la plata?

Desde el Área de Incidencia de la Fundación Ciudadano Inteligente, hemos realizado una serie de observaciones al Proyecto de ley sobre transparencia del financiamiento de campañas y partidos políticos.

¡Ahora queremos saber tu opinión!

Lee y comenta el Google doc, pues juntos podemos generar una propuesta ciudadana e incidir en que la relación entre dinero y política se transparente y regule. ¡Súmate al debate!

 

 

La sobrevaloración de la Democracia en Chile

democ

Por Diego Bustos.

En mis tiempos de estudiante, en alguno de los varios textos que pasaron por mis manos, me tocó leer una idea que sin duda alguna ha hecho eco en mi mente hasta el día de hoy. Si mal no recuerdo, la frase decía algo así: “la democracia es la autoridad de la mayoría por sobre las minorías”. Desde entonces, no he podido sino cuestionarme frecuentemente la validez y el peso real del concepto “democracia” en esta, nuestra sociedad.

Bien es cierto que dicho término significa “poder del pueblo” (demos kratos). En esencia, ese breve concepto dice mucho y ha logrado dar cimientos a innumerables hechos históricos. No obstante ello, recordemos que la muestra más pura de la que se tenga registro sobre lo que ha sido la práctica democrática fue la antigua Atenas y, es teniendo claro ello, que surgen poco a poco distintas inconformidades sobre nuestra actualidad política y social.

Vamos viendo. En primer lugar, la democracia pura y recta  de los tiempos clásicos se dio en un pueblo muy distinto a cualquier grupo social presente en este tiempo. Eran personas cultas, preocupadas por lo que pasaba a sus alrededores y tremendamente llenos de ambiciones. Los atenienses eran ricos en cultura y tradiciones, primaban el conocimiento y la razón por sobre el ocio y lo militar. En cada decisión que hubiere de tomarse, cada miembro de aquel grupo de habitantes tenía la libertad de opinar por medio de voto secreto sobre las alternativas dadas en pro del bienestar del pueblo entero.

Aquel grupo de personas fueron los pioneros de ésta idea que tanto peso le damos en la actualidad. Gente estudiosa y preocupada del perfeccionamiento constante de la razón (me gustaría ver un solo chileno al azar memorizando “La Iliada”… tal como lo hicieron los atenienses).

Me parece irrisorio, entonces, ver tanto político jactándose de la “democracia chilena” y más lastima me da cuando dicen que la imagen de nuestro país de ha posicionado por ello mismo. Llega incluso a provocar risa cuando sale al aire la frase “tradición democrática”. ¡Por favor! ¿de qué tradición democrática estamos hablando?.

En una clase de Historia de Chile un gran profesor desglosó la idea y nos explicó (al curso) el porqué simplemente no podemos nunca hablar de la tradición democrática. Y fue él quien compartió una idea basada en numeración de hitos que no puedo sino compartir:

  • Chile parte del virreinato del Perú.
  • Guerra contra el pueblo araucano (la segunda guerra más larga de la que se tenga registro, siendo superada solo por las cruzadas).
  • Persecución a los liberales.
  • Chile federal.
  • Guerra Civil de 1891
  • Chile y la rotativa ministerial… período en el que tuvimos incluso ministros que usaron sus cargos por tan solo un día.
  • Irrupción armada durante el gobierno de don Arturo Alessandri Palma, quien debió interrumpir su periodo presidencial hasta que los uniformados vieran que no eran capaces de tomar las riendas sobre las problemáticas nacionales.
  • Gobierno militar presidido por Augusto Pinochet.

Esos son solo algunos de los ejemplos de las tantas interrupciones que ha tenido nuestra endiosada democracia. Y todo eso en solo 200 años, lo cual por cierto es un muy breve período de tiempo para hablar de que el nuestro es un país recto e inmaculadamente democrático.

Es cierto, tenemos un sistema de elección que nos permite elegir concejales, alcaldes, parlamentarios e incluso el Presidente de la República por medio de sufragio universal. Sin embargo ello no me parece suficiente para considerar a mi país como una nación democrática. Cada día es más frecuente la frase “no voto porque no me interesa la política”, sobre todo en jóvenes, quienes por cierto aparentemente no han logrado darse cuenta que absolutamente todo lo que tienen y lo que los rodea a llegado a ellos gracias a una intervención política.

Por otro lado, y aunque a muchos les pese, no podemos desconocer que el grueso de la masa electoral peca de ignorancia ante asuntos claves antes de sufragar. No saben lo que es el modelo directo o indirecto, no saben realmente cuales son las labores de concejales o alcaldes, y no saben, siquiera, la diferencia entre un senador y un diputado. ¿En qué se traduce eso? En el constante triunfo del carismático por sobre el  capaz. Y es así, señores, como le damos constante impulso a la rueda del círculo vicioso en el cual estamos inmersos. ¿Cómo podríamos solucionar éste problema?… realmente no lo he pensado con detención, pero si tengo claro que el dictar educación cívica obligatoria sería sin lugar a dudas un muy gran paso al respecto.

No pongamos la democracia en un pedestal. No, al menos, mientras basemos nuestra democracia en la capacidad de sufragio popular. La democracia es mucho más que eso.

Sólo tenemos 200 años, estamos en pañales. Aún es tiempo de empezar a hacer las cosas bien. Pero como diríamos en buen chileno… bajémonos de la nube. No, no somos un país de tradición democrática.

 

Lobby: Diferencias qué importan

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Por José Francisco García.

Pronto comenzará a discutirse en la agenda pública la regulación del lobby –el Gobierno ha anunciado que enviará un proyecto de ley al Congreso Nacional este primer semestre–. Como sabemos, la discusión en Chile se ha basado en el modelo norteamericano; aunque en realidad, sólo ha mirado uno de los cuerpos legales: la Lobbying Disclosure Act(LDA) de 1995y sus modificaciones posteriores. Con todo, existe una serie de diferencias relevantes qué considerar al mirar, al norteamericano, como modelo.

En primer lugar, existen otros estatutos jurídicos complementarios a la LDA en Estados Unidos que regulan, o más bien, sobre-regulan a nuestro juicio, distintos aspectos de esta figura: la Foreign Agents Registration Act (para Gobiernos y empresas extranjeras), las reglas sobre tarifas de contingencia, restricciones a funcionarios públicos, las Reglas Éticas de la Cámara de Representantes y el Senado, entre otras.

Ello no sólo hace que la legislación norteamericana, sea una de las más restrictivas en el derecho comparado; sino queesta exhaustividad regulatoria llega a límites tan absurdos como el establecimiento de criterios objetivos de lo que debe entenderse por “amistad” en el contexto de la regulación sobre  “regalos”.

Adicionalmente, la legislación norteamericana no es un buen modelo si se considera que el proceso de formación de la ley en ambos países es distinto.

Si bien en ambos existen Ejecutivos fuertes, el chileno cuenta con enormes potestades legislativas, por ejemplo, iniciativa exclusiva en diversas materias económicas y sociales (que requiere comprometer gasto público), amplio veto presidencial y el respeto a las ideas matrices de un proyecto de ley como límite a las enmiendas que se pueden presentar.

En el origen del presidencialismo, por ejemplo, la iniciativa legislativa exclusiva no es obvia. Si se acude al régimen presidencial más clásico, el norteamericano, construido sobre las bases diseñadas por Madison, Hamilton y Jay en El Federalista; la idea de iniciativa exclusiva presidencial no tiene asidero. No es por mero azar que la sección 1 del artículo I de la Constitución norteamericana le entregue “todos los poderes legislativos aquí consagrados” al Congreso.

Asimismo, para los parlamentarios chilenos, a diferencia de sus pares americanos, es bastante más costoso “vender” beneficios o ser “capturados” por los grupos de interés. Ello, gracias al proceso de formación de ley establecido en nuestro diseño constitucional. En efecto, la presión de los grupos de interés, debe considerar, además de las dos cámaras del Congreso (y las Comisiones que intervengan); al Presidente de la República y sus amplias facultades legislativas (desde la iniciativa exclusiva en algunas materias como el veto presidencial al final del proceso), y también al Tribunal Constitucional (tanto si se trata del control preventivo obligatorio respecto de algunas materias o a requerimiento parlamentario, como a posteriori, vía requerimiento de inaplicabilidad).

En el proceso de formación de la ley norteamericana, las cortapisas institucionales tienen una intensidad menor (en términos del rol del Ejecutivo y la Corte Suprema) y el poder del Congreso es mayor. Ello explica el surgimiento de la figura del logrolling como fenómeno central de este proceso, esto es, el intercambio de votos entre parlamentarios por la vía de introducir indicaciones de otros parlamentarios en un determinado proyecto de ley (bill) o asegurar el apoyo en otros proyectos.

Por otra parte, también encontramos otras críticas a la LDA que encontramos en la literatura especializada norteamericana y que conviene tener presente. A las objeciones tradicionales que se le hacen a las normas de divulgación obligatoria como el de la LDA, que implica la existencia de costos administrativos en tiempo y recursos para mantener registros y completar los formularios exigidos y las potenciales lesiones a los derechos de la Primera Enmienda (libertad de expresión); se suma una que les parece más atendible: el problema del volumen de información. Así, mayor cantidad de información podría no tener un correlato en la audiencia, ni el interés o la habilidad de estos para procesar dicha información, estableciendo vínculos relevantes y sacando conclusiones útiles. Con todo, para diversos autores, la existencia de grupos y organizaciones que sean vigilantes (watchdog), pueden transformarse en parte de la solución, al ser ellos quienes operen de intermediarios entre la información y las “pistas” o “piezas” de información relevantes para el público.

Bajo este contexto, es de esperar que el debate chileno pondere adecuadamente el tipo de instrumentos regulatorios adecuados para abordar el lobby en nuestro país. La legislación norteamericana, no parece ser el modelo adecuado.

 

El voto (obligatoriamente) voluntario

Por Víctor Jaque Orellana.

Siempre que conversaba con un viejo amigo, salía a flote la historia de una candidata del partido socialista que llegaba en época de campaña a la población donde aún vive parte de su familia recordando que ella “era del pueblo”, aunque lo hacía desde su 4×4, con un abrigo largo, rodeada de guardaespaldas, buenos autos y muchos, muchos regalos para la gente. Ahora, que hace unos días se destrabó lo que para unos es una de las más importantes reformas al sistema político, esa historia me hace mucho más sentido que antes. Quizás no por lo trascendental del “cambio” (discutible por lo demás, si recordamos que el sistema binominal se mantiene igual), sino por un detalle que ayuda bastante en política y sobretodo en período electoral: el dinero.

Para el espectro político en general era un negocio redondo que todo se mantuviera tal y como estaba hasta hace poco. Muchos tienen un universo de votantes cautivos, conocen la zona, tienen una red de contactos y poseen una cantidad de adherentes (casi “soldados electorales”) importante prestos a colaborar en los “puerta a puerta”, repartiendo afiches o cuidando las palomas aquellas en época de elecciones.

¿Qué los llevó a cambiar de parecer? Antonio Leal postula que la inscripción automática y el voto voluntario “(…) permite rejuvenecer un padrón electoral envejecido, aumentar en cuatro millones y medio el número de inscritos, crear una mayor incertidumbre en el voto y, sobretodo, porque obliga a los partidos a considerar a los jóvenes como parte de sus propuestas (…)”[1] OK, de acuerdo, pero ¿se puede crear incertidumbre cuando dos candidatos de veredas opuestas tienen presupuestos sideralmente diferentes para hacer campaña? ¿los partidos considerarán a los jóvenes cuando el candidato que asegure la cuota de poder sea el que no los representa? ¿De verdad ayuda que se incorporen más votantes, cuando lo más probable es que muchas de las elecciones de candidatos sean hechas  aún “a dedo”?

En un año de despertar social como este había que dar una señal, a lo mejor calculada para no afectar mayormente el statu quo existente, pero que fuera rimbombante. Pasó igual que con la “Constitución Lagos”: una serie de reformas a nuestra carta fundamental que con el paso del tiempo varios postulan que fueron menores, pero que en el momento daba la impresión de un cambio importante.

Sin duda que el problema es mucho más de fondo, partiendo por el sistema binominal que convenientemente muchos ayudan a perpetuar (basta averiguar cuántos parlamentarios llevan dos o más períodos en el edificio de Valparaíso). Se trata en el fondo del cómo luchas contra un candidato que tiene el suficiente dinero para hacer un despliegue territorial mucho mejor que el tuyo, cómo logras traspasar tu concepción de sociedad justa al elector si otro candidato le paga la cuenta de la luz a toda una población, cómo demuestras tu preocupación genuina si otro candidato llega con un equipo de oftalmólogos para entregarle lentes a los abuelitos de la villa.

Lo más terrible, es que hay candidatos que lo logran a pesar de todo pero no llegan al Congreso, mientras hay otros que no se interesan en cuestionar el sistema, porque puede que no hagan nada, pero llegan igual al hemiciclo.

Debo reconocer que soy un tipo desconfiado de la política, pero aún así hice la fila para inscribirme en el registro electoral (de eso ya algunos años), hago la tediosa fila en mi mesa para votar y miro de reojo si falta algún vocal para que no me “designen”. Al final, siempre recuerdo a un profesor universitario que una vez me dijo que la política “debe ser arte de los acuerdos y no el arte de ponerse de acuerdo”.


[1] http://www.antonioleal.cl/2011/12/26/inscripcion-automatica-%C2%BFcambio-estadistico-o-politico/#.Tvkqj0OWzSQ.twitter

 

Dilemas del financiamiento público de los partidos

Por José Francisco García.

Imaginemos la siguiente escena: los distintos Presidentes de los partidos políticos chilenos reunidos en La Moneda celebrando que el Presidente le pone urgencia a un proyecto de ley que entrega financiamiento estatal permanente (gastos corrientes; no gastos electorales que ya están regulados en la Ley N° 19.884 de 2003) a dichas asociaciones. Imaginemos ahora una diferente: la conferencia de prensa del Presidente de uno de los principales partidos del país anunciando su quiebra y disolución, dado que no cuenta con los recursos para hacer frente a las deudas contraídas, que superan varios millones de dólares. Ambas escenas nos obligan a reflexionar seriamente sobre esta iniciativa que avanza entre los dirigentes políticos a una velocidad superior a los argumentos que la sustentan.

Los partidarios del financiamiento estatal de la política –que tienen la carga de la prueba y que ya obtuvieron en 2003 una ley de financiamiento de campañas electorales–, suelen esgrimir que se trata de una iniciativa anti-corrupción: el dinero privado abre el camino al tráfico de influencias y al lobby; y pro-democracia: se trata de un piso mínimo que garantizaría el pluralismo político y la igualdad de oportunidades.

Los detractores, por su parte, suelen argumentar que las encuestas son categóricas en la materia: los chilenos están mayoritariamente en contra de esta iniciativa (niveles superiores al 80%). Asimismo, al ser los recursos públicos escasos, deben ser utilizados en áreas prioritarias de la política social. Encontramos adicionalmente uno pragmático: nos sobre-poblaríamos de partidos que sólo nacerían amparados bajo el financiamiento estatal. Estos argumentos –en plena época de reconstrucción– parecen imbatibles; pero simples para una carrera de largo aliento.

¿Cuál es la razón de fondo que impide que algunos partidos políticos no consigan recursos en la sociedad civil? ¿Por qué organizaciones culturales y sociales compiten por los aportes privados y son más exitosos que algunos partidos –incluso sin una ley de donaciones–? Una mirada de libre competencia nos diría que se trata simplemente de malas ideas, de ofertas poco atractivas para los chilenos, al menos bajo el actual envoltorio. Podrían existir, por cierto, problemas organizacionales que impidan a un partido llegar a potenciales contribuyentes, ¿pero puede ser cierto ante las nuevas tecnologías?

Podríamos estar ante genuinos bienes públicos que el mercado privado no financiará y ello obliga a la acción estatal. Pero en este caso ¿cuáles son esos bienes públicos que están en juego y que proveen los partidos en los periodos no electorales? Algunos los vinculan –y han propuesto subsidiar– a las cuotas de militantes, talleres de debate político, o la preparación de dirigentes jóvenes o candidatos. Atendible. Probablemente tenga sentido financiar ciertos aspectos estructurales de los partidos y del sistema político: mecanismos de democracia interna (elecciones de directiva o primarias) o un staff parlamentario.

Pero incluso pequeñas dosis de financiamiento público pueden premiar estructuras de gobierno corporativo ineficientes que además tenderían aún más a limitar la renovación política; cuestión paradójica, porque esta tiene mayores oportunidades de revivir una oferta programática en declive y ser, entonces, más competitiva para captar recursos y voluntades de la sociedad civil.

Alinco, ¿el peor de todos?

Por Hernán Ortega:

Alinco… Que personaje es este Alinco. Pretérito PPD, que conduce borracho, que tiene sexo en su camioneta y lo pillan, que rehúsa hacerse la alcoholemia, que está a favor del megaproyecto HidroAysen y hoy, que da su voto al peor presupuesto de educación que se recuerde, traicionando a su compinche MEO y de paso, al movimiento estudiantil.

Odiado y despreciado por la derecha antes, luego por la izquierda. Ahora por los estudiantes.
Indolente, inconsecuente, probablemente inculto y feo. Así lo vemos desde acá. Tan feo comparado con los grandes señores DC, RN, UDI.
Pero, ¿quién es verdaderamente René Alinco? Es sólo un hombre que vive lejos de Santiago.

¿Tiene una razón de ser, a parte de una desfachatez enorme?

El tipo es de campo, del sur. Si hasta habla cantadito. Nos resulta imposible entenderlo. ¿Y saben por qué no lo entendemos?, porque al momento de analizar la actualidad de Chile, lo hacemos pensando que Santiago es Chile. Que los problemas que nos aquejan suelen ser los que en verdad importa. Somos tan egocéntricos como MEO y tan ciegos como Carlos Larraín, que pretendemos que todo lo que pase aquí, pasa en todo el país.

Quizás Alinco tenga razón: en el sur sí hace falta Hidroaysen porque faltan trabajos. Qué importa preservar un paisaje hermoso donde sólo pueden llegar los que están en un quintil muy arriba. La mayoría de los chilenos jamás conocerá la Patagonia. ¿No mejor tener algo con qué abrigarse en vez de tener una vista despejada?

¿Qué tiene de malo aprobar el presupuesto de educación si no van a cambiar de un año para otro los resultados? Y lo imperante ahora es asegurar que los niños de esos colegios que a nadie le importa, porque terminarán siendo formadores de temporeros o inquilinos, sí tengan recursos para calentar los pies que recorren kilómetros y kilómetros cada día con el fin de que los cabros al menos junten las letras para entretenerse con LUN.

¿Qué importa que haya conducido borracho? ¿No lo hizo el hermano del presidente y está libre? ¿Qué importa que haya tenido sexo una camioneta?, ¿No es parte de una fantasía colectiva?

A mi me indignan más Sergio Molina, José Joaquín Brunner, Mónica Jiménez y la Mariana Aylwin, ex ministros de educación que se manifestaron en contra de la educación gratis. Ellos, que pudieron hacer algo por frenar la gran estafa que es el mercado de las universidades y sostenedores. Ellos, que desde la aureola de “ex ministro de educación” pretenden venir a aconsejarnos o a inmiscuirse en una batalla que ya no es de nadie más que de de los alumnos, los padres y nosotros, los indignados.

Con qué moral, si cada uno de ellos tienen intereses en el mercado de las universidades privadas o son sostenedores. Y ganan dinero con sus colegios. ¿Y nos dicen que no es buena la gratuidad? Por lo menos que tengan la decencia de llamar a su comunicado de prensa como “Su Propina Es Mi Sueldo”.

Ellos sí viven en Santiago, sí conocen de cerca las necesidades y realidades de los alumnos de la capital. Saben del esfuerzo de sus padres y del sacrificio que es endeudarse. Saben las peleas que la Confech ha dado. Saben de los argumentos que dejan callados a parlamentarios. Saben que hay muchos de sus camaradas y compañeros que han tratado de hacernos creer que cuando fueron Gobierno, sólo la derecha se opuso a acabar con el mercado de los mercenarios de la educación. Saben de qué se trata todo esto…

Pero han preferido usar un viejo traje para justificar que Chile sea uno de los países con peor distribución del ingreso, con la más cara educación, con un endeudamiento insostenible, porque a ellos, cada uno de estos aspectos los hace mejores “emprendedores“.

Así como Patricio Aylwin dijo “Justicia en la medida de lo posible” hoy tenemos a su hija diciéndonos “Educación en la medida que yo siga lucrando”.

Alinco será un cara de raja, pero no un chupasangre.

El rol del dinero en la política chilena

Por Juan José Soto

¿Hasta que punto, hoy en Chile, el dinero de las empresas está afectando las decisiones del ejecutivo y el parlamento?. Ya son muchas las ocasiones en las cuales hemos visto como políticas ampliamente aceptadas por expertos y ciudadanos, entran al Congreso, y algo ocurre ahí dentro, que la política que congregaba elogios transversales, no sale, o bien sale muy menguada

Si su empresa de celular, su isapre, su afp, su banco, su supermercado, su multitienda, su proveedor de electricidad, etc. no financiaran la política en Chile, ¿entonces quién?

Luego de la caída de Lehman Brothers y la explosión de la crisis subprime, diversos analistas se volcaron a estudiar que falló, como fue posible que los reguladores del mercado financiero, congresistas, y diversos eslabones de la cadena de control no hubiesen previsto lo que venía y llevado a una crisis de tal magnitud. Hay coincidencia en que fue una falla multisistémica, pero entre las causas, una salió a relucir ante la opinión de los expertos y la opinión pública en general; ¿cuanto influyeron las donaciones a campañas políticas en la laxitud de los reguladores y la generación de leyes que hubiesen podido evitar esta situación?.

De las empresas originarias de la crisis subprime, 25 de ellas, incluyendo JPMorgan, Citigroup y Goldman Sachs, gastaron alrededor de $375 millones de dólares en la primera década de este siglo, entre lobby y donaciones a las campañas políticas de demócratas y republicanos. Sólo el sector financiero estadounidense ha donado a la política alrededor de 2.2 billones de dólares entre el año 2000 y 2010. Hoy la pregunta que todos se hacen, es como están afectando estas donaciones en la calidad de las políticas públicas estadounidenses. A partir de la experiencia de la crisis subprime, las criticas sobre el efecto del dinero en la política arrecian.

¿Y cómo estamos en Chile?, mal, muy mal. Si quisiéramos estimar, al igual que en Estados Unidos, cuanto ha donado el sector financiero a la clase política criolla, no existe manera de llegar a esa información. La legislación chilena permite que gran parte de los aportes sean anónimos o reservados, y un gran porcentaje de los aportes, van por fuera del Servicio electoral, haciendo imposible su seguimiento. Lo anterior, impide que los ciudadanos sepamos quienes están financiando a nuestros parlamentarios, sembrando la duda, y cubriendo con un oscuro velo la manera en la cual parlamentarios y partidos políticos pagan sus campañas y las cuentas para su funcionamiento.

¿Hasta que punto, hoy en Chile, el dinero de las empresas está afectando las decisiones del ejecutivo y el parlamento?. Ya son muchas las ocasiones en las cuales hemos visto como políticas ampliamente aceptadas por expertos y ciudadanos, entran al Congreso, y algo ocurre ahí dentro, que la política que congregaba elogios transversales, no sale, o bien sale muy menguada. El impacto que esta situación está teniendo sobre los ciudadanos, es imposible de medir, no existen fuentes públicas a las cuales hechar mano, para exigir a parlamentarios que podrían verse influenciados por donaciones electorales, que se abstengan de legislar sobre materias donde podrían existir claros conflictos de interés. Sin embargo, si se puede coligar, que una centena de millones de dólares donados a la política en Chile, no son nada comparado con los miles de millones de dólares que los consumidores pierden, debido a una influencia incorrecta de ciertos sectores económicos sobre la regulación que los afecta, distorsionando las leyes del libre mercado.

El dinero en la política, es un ácido altamente corrosivo, peor aún cuando proviene de empresas e individuos que dependen de ciertas decisiones del Congreso y el Gobierno para mantener privilegios que, o bien cierran el mercado a nuevos competidores, les permiten ganancias extraordinarias, o simplemente desnivelan el terreno de juego a favor de quienes son capaces de influir económicamente sobre la elite política.

Los grandes contribuyentes de dinero a las campañas políticas deben ser desterrados, el sistema actual está distorsionado, crea una enorme asimetría entre la presión que pueden hacer los intereses de la ciudadanía sobre nuestras autoridades y la capacidad de presión de unos pocos particulares que se ven beneficiados por políticas determinadas. Chile necesita urgente de varias reformas políticas, que el viento sobre la superficie, no nos impida ver el fangoso fondo de un sistema de financiamiento político que en el largo plazo, está afectando gravemente la calidad de vida de los chilenos.


Chile: ¿La alegría ya viene?

chile triste

Por Francisco Salinas

No sé si a ustedes les pasa, pero me parece que por estos días nuestro país es un lugar amargo. Un país con poca alegría, apático, sin ganas de sonreír. Lo único que revierte esta situación es un partido de la selección chilena.

Algunos dirán que es porque el Gobierno no los interpreta – ¿Tanto importa quién esté en La Moneda cómo para cambiar nuestro día a día? –; otros dirán que es porque no hay oportunidades de surgir (desempleo junio – agosto 7,4%); los más tecnológicos dirán que los comentarios que reciben en su Timeline de twitter los tienen mal; otros que no pueden comprar todo lo que quisieran para ser “felices”… Razones hay muchas, pero que los chilenos estamos apáticos, mal genio, incómodos, se ve con salir a la calle. Tal vez por lo mismo se espera con tanta esperanza que juegue y gane nuestro equipo de fútbol.

Más que buscar razones individuales, al parecer las razones suelen ser colectivas (sí, colectivas, algo que traspasa el “yoismo” tan común por estos días) y tienen que ver con algo llamado cultura. Cultura no sólo entendida como obras de teatro, el ballet o la Feria del Libro, sino más bien como la forma en que nos relacionamos, pensamos y actuamos con nuestro entorno. Y la razón principal de este desgano generalizado tiene que ver con la crisis que viven los factores que determinan la cultura, o sea, los factores que van modelando nuestra forma de vivir en sociedad.

El primero es la familia. Partiendo por la disgregación de “vidas” que existe en cada casa, se ve cómo cada integrante de la familia prefiere estar en “sus asuntos” antes que compartirlos con sus más cercanos. Su debilitamiento provoca tener niños sin un ambiente propicio para su desarrollo (muchos dirán que hay pésimos ejemplos, y claro que los hay, pero vamos por la generalidad y el ideal) y sin un objetivo claro de querer formar ellos mismos su misma familia, al no tener la posibilidad de conocer un hogar con mayúscula. Es decir, se ve en el horizonte un problema aún mayor.

Luego, los medios de comunicación. Sí, los medios, que se toman la mayoría de nuestro tiempo de ocio, y que informan y nos ponen en común los temas que ocurren en nuestra patria. Aquí el gran tema es la televisión, el principal medio integrador que tenemos. “Es verdad porque lo vi en la tele” es la frase que los chilenos decimos y escuchamos con más frecuencia que la que nos damos cuenta. La TV nos muestra una sociedad desunida, con olas de asaltos y violaciones, con modelos de jóvenes que pasan toda la tarde bailando o haciendo el ridículo con el sueño de ser “famosos”. ¿A eso aspiramos? ¿Qué le queda al joven que ha soñado toda su niñez y juventud con aparecer en la TV? ¿Para qué? ¿Qué se logra? Edmundo y tantos otros nos pueden contar su experiencia.

Algo similar es lo que ocurre con el mercado. El mismo que nos llama a encontrar la felicidad inmediata, una felicidad vacía y guiada por el “tener más cosas” como diagnosticara casi proféticamente Coco Legrand hace varios años en una de sus rutinas. ¿No nos quedó claro con La Polar que estamos  dispuestos a gastar más de lo que ganamos… no sólo en un mes, sino casi en un año? Muchos pueden decir que la mayoría no tiene educación económica, pero ¿dónde queda la ética de los señores del mercado? ¿Cómo se va a culpar al papá que quiere comprarle la primera bicicleta a su hijo?, ¿Cómo hacemos para tener un sistema financiero más humano y que apele a cubrir las necesidades básicas y a satisfacer las otras en su justa medida?

Para terminar, me parece que los otros factores que determinan la cultura, son los más desprestigiados a la vista de todos: la política y la educación. Para cualquier argumento reafirmando estas dos crisis hay columnas y material por doquier.

En definitiva, no podemos hacer que la “La Roja” juegue todos los días (sino ahí sí que Alexis se lesiona más todavía), y cómo no podemos seguir en este ambiente hostil y vacío, creo que llegó el momento de actuar, de mejorar los factores que modelan la cultura, y así no tener alegrías pasajeras como nos ofrecen los medios o el mercado, sino una alegría plena, sostenida y que nos permita volver a levantarnos cada día con una sonrisa. Y eso sólo es posible con personas comprometidas con trabajar en ello, dispuestas a dedicar más que su par de horas libres a la semana. Y con alegría, sino el remedio es peor que la enfermedad.

 

El Trago Fuerte

¿Qué piensa cada congresista sobre el binominal, el semipresidencialismo, el matrimonio homosexual o sobre el aborto terapéutico?, ¿A qué opositor de su conglomerado político admiran más, a cuál menos?, ¿cuáles son sus creencias religiosas y cuáles sus referentes personales? 19 parlamentarios de diferentes partidos políticos accedieron a someterse al Rayo X Político, la nueva iniciativa de El Vaso, el blog de la Fundación Ciudadano Inteligente.

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